"Era como vivir una película bélica en directo", asegura la catalana Laura Arau, miembro de la oenegé Cultura, Pau i Solidaritat Haydée Santamaría, sobre la experiencia vivida a bordo de la Flota de la Libertad, que fue abordada por el Ejército israelí el pasado lunes cuando transportaba ayuda humanitaria a la Franja de Gaza: "Aún no he podido asimilar todo lo que ha ocurrido".

Eran ya altas horas de la madrugada cuando los tres españoles -Arau y su pareja madrileña Manuel Tapial, ambos activistas de la misma oenegé, y el valenciano David Segarra, periodista de Telesur- pudieron pisar un suelo que consideraban seguro, tras la pesadilla vivida en Israel. Cansados por la falta de sueño, las cárceles israelís y los retrasos del viaje de vuelta, pero con el alivio de haber sobrevivido a una experiencia traumática.

Los 470 cooperantes de varias nacionalidades -aunque mayoritariamente turcos- fueron recibidos por el viceprimer ministro turco, Bülent Arinç, y una delegación ministerial en el pabellón de Estado del aeropuerto Atatürk de Estambul. Fuera, una multitud de centenares de personas ondeaba banderas turcas y palestinas y coreaba la máxima musulmana: "Alá es grande". Una pancarta daba la bienvenida a los "Ángeles de Gaza". A ojos de los turcos, todos los miembros de la flotilla se han convertido en verdaderos héroes.

"Israel ha conseguido exactamente lo contrario de lo que esperaba. Ha mostrado a todo el mundo cuál es su modo de actuar. Igual que cayó el apartheid en Suráfrica, creo que este es principio del fin de la ocupación israelí", manifestó David Segarra.

Un camino de sufrimientos

Pero antes de llegar a Estambul, los activistas españoles tuvieron que sufrir un periplo lleno de dificultades y sufrimientos. La fatídica madrugada del pasado lunes, cuando viajaban a bordo del más grande de los buques que componía la Flota de la Libertad, el barco de bandera turca Mavi Marmara, descubrieron que la Marina israelí había bloqueado su paso. "Conté al menos 12 barcos de guerra israelís", cuenta Manuel.

Su versión de los hechos difiere sensiblemente de la ofrecida por las autoridades israelís, que aseguran que sus soldados solo dispararon cuando fueron atacados por una furibunda multitud de fanáticos a bordo del Mavi Marmara: "Antes de que los soldados descendiesen de los helicópteros ya había dos muertos en el barco -dos periodistas, uno de ellos con un tiro en la frente- a causa de los disparos desde las lanchas Zodiac".

Además asegura que podría haber más muertos que los 9 cuyos cadáveres llegaron esta madrugada a Estambul ya que, como mantiene IHH, la oenegé islámica turca que organizó buena parte de la flota, "varios muertos fueron arrojados al mar". "El barco estaba lleno de sangre", recuerda Manuel y se enerva cuando se menciona el relato israelí del incidente: "¡No tienen vergüenza! ¿Qué violencia pueden ejercer personas desarmadas contra soldados del ejército? Solo ejercimos una resistencia pacífica".

Los tres españoles vivieron el abordaje israelí desde la sala reservada a la prensa pero eso tampoco les libró de las vejaciones, ni de ser apuntados con las armas de los soldados, salir encapuchados o que les fuera incautado todo el material recogido. "Al ser periodistas no nos esposaron como al resto y al ser europeos nos permitieron sentarnos en sillas. Pero a los turcos y a los árabes los maniataron y obligaron a estar en cuclillas. Recordaba a las imágenes de la guerra de Irak", afirma Laura.

Interrogado por el Mossad

Una vez en territorio israelí, hombres y mujeres fueron separados. "No he podido ver a Manuel hasta hoy -se quejó Laura Arau-, a él lo consideraban de entre los malos y por eso no le dieron de comer más que una vez". De hecho, Manuel Tapial asegura haber sido interrogado por el Mossad (servicio secreto israelí) durante tres horas. Los tres españoles comentan que no tienen demasiadas noticias de lo que ha sucedido en torno a su caso ya que las autoridades hebreas les han mantenido incomunicados.

Tampoco la vuelta pudo estar libre de dificultades a pesar de que había sido negociada por el Gobierno de Ankara, "sin cuya ayuda no hubiésemos podido salir de Israel", apunta Manuel. Durante horas y horas se esperó en Estambul la partida de los vuelos. Unas veces porque la IHH denunciaba que faltaba gente y otras veces por que los isralíes no daban el permiso para despegar, el vuelo hacia la libertad se retrasaba una y otra vez.

Pero Manuel no sufre especialmente por sus propios padecimientos, solo se le iluminan los ojos por el brillo de las lágrimas cuando Laura relata la historia de una de sus compañeras, una mujer palestina enferma de cáncer que, tras haberle sido impedida la entrada a Gaza por el paso de Rafah (que conecta la franja con Egipto) optó por la solución más desesperada: embarcarse en la flotilla con la esperanza de romper de una vez por todas el bloqueo que ahoga a la población de Gaza. Tampoco así pudo ser.

"Sé que lo que yo he sufrido en un día, es lo que padecen los palestinos cada día", justifica Laura. Ahora se prepara para su vuelta a casa, que será mañana en un vuelo a Barcelona. Pero aún así se apresta a añadir que seguirá trabajando todos estos días por la causa palestina. "Con lo que hemos hecho no es suficiente. Debemos intentar volver a Gaza, es nuestro deber hacerlo".