Donde hasta 1870 se cantaron los números de las loterías del estado pontificio, ayer se cantaron los nombres de los 322 senadores de la República italiana. A medida que se pasaba lista, éstos dejaban su escaño, bajaban al centro del hemiciclo y, de uno en uno, se recluían en una minúscula cabina con cortinas laterales para votar en secreto al presidente de la Cámara alta. La mayoría exigida para las dos primeras votaciones era de 162 votos, el número mágico para que el Gobierno progresista comience su periplo.

El primero en ser llamado fue Giulio Andreotti, 87 años, candidato de los conservadores para la presidencia. Fue recibido con un largo aplauso. Después tocó a la premio Nobel de Medicina Rita Levi Montalcini, de 97 años. Un asistente la acompañó hasta la cabina, donde permaneció encerrada durante dos largos minutos, provocando el pánico de la asamblea. A la salida, la acogió otro aplauso, quizá de alivio.

Voto accidentado

El expresidente de la República Francesco Cossiga lucía un collarín para las cervicales y caminaba tambaleándose. Votó y recibió un largo aplauso.

Los nuevos senadores curioseaban por el exministerio papal de Hacienda, fumaban, asomaban la cabeza en el economato o tomaban un café. El gallinero estaba lleno de parientes, amigos y curiosos. En la tribuna de la prensa había más informadores que parlamentarios en el hemiciclo.

A Franco Marini, candidato progresista, le tocó el turno una hora después. Obtuvo 157 votos en la primera vuelta: cinco de los suyos votaron en blanco. Romano Prodi tuvo que controlar sus nervios.