"Dos pasiones tengo yo, las lentejuelas y la noche", confiesa Zunilda. "No sé cuál va primero, solo sé que van juntas y ¿sabe dónde se juntan? En el carnaval. Este año no voy a tener carnaval, el hombre enfermó. El nunca se enferma, ni caspa debe tener, y resulta que le vino cuando tocaba precisamente con el carnaval".

Zunilda trabaja de mesera en uno de los restaurantes del Barrio Chino de La Habana. Se graduó de nivel medio de Gastronomía. Estudió inglés y lo dejó. Usa lentillas verdes. Le han dicho que le quedan bien.

"¿Qué culpa tiene Fidel? Ninguna. Lo operaron y el carnaval se estropeó. Esta vez sí que iba a ser sonado. Cumplía 80. Yo nací con la revolución, en el 59, y creo que él llegó con los barbudos con 33 años. Lo recuerdo porque la gente decía que tenía la edad de Cristo".

El restaurante está lleno. Es uno de los tantos pertenecientes a sociedades chinas que las autoridades permitieron abrir con la idea, artificial pero que ha logrado ser operativa, de reanimar una de las tantas zonas muertas de la capital. Tiene dragones, farolas, ideogramas y muy pocos chinos. Se cuentan con los dedos. Emigraron, es decir, volvieron a emigrar en la década de los años 60.

Gasolina, pintura, harina

"¿De dónde saca la gente el dinero para venir aquí? Si alguien consigue un trabajo, no pregunta en qué consiste, porque sabe que no va a hacer nada; tampoco lo que va a ganar, el salario no le alcanzará. Lo que sí pregunta es si habrá búsqueda, que puede ser llevarse algo, gasolina, pintura, harina, que luego vende y por ahí logra resolver. Claro que aquí no viene el de búsquedas pequeñas...".

Cerca del Malecón, están desarmando un quiosco. Solo le faltaba el techo cuando llegó la orden de marcha atrás. El sol raja las piedras; el mar, plano, invita a bañarse. No se puede decir que los tres trabajadores estén de buen humor.

Un negocio bueno

Ariel es uno de los malogrados dependientes del quiosco. Estudió Cultura Física. Todo lo que tiene que ver con deporte, así sea hockey sobre hielo, lo cautiva. "Eso no da y esto así, pero ahora tendré que ver cómo me la busco. El carnaval es un negocio bastante bueno. Uno trae sus propias cosas y las vende. Bueno, claro que el quiosco es del Estado, pero cada uno trae algo suyo. ¿Yo? Una caja de cerveza que resolví por fuera, de alguien que a su vez la resolvió por fuera".

Zunilda y Ariel coinciden en que en diciembre, cuando ellos creen que Fidel se incorporará, quizá convoque el carnaval. Sus pronósticos se basan en deseos. "Sí, se pondrá bien y volverá con sus discursos de seis horas. Más vale malo por conocido que bueno por conocer", dice. Ariel no opina.