A media mañana de ayer, el reo 1005962, el espía atómico Mordejai Vanunu, encaró las puertas de la cárcel israelí de Shikma, en Ashqelón, para recuperar la vida que dejó en un apartamento franco en Roma el 30 de septiembre de 1986. Una salida que a punto estuvo de no producirse, ya que Vanunu no había cumplido una de las cláusulas: informar sobre su futura dirección. Al final fue notificada por uno de sus hermanos, Meir Vanunu, lo que permitió su liberación.

Con gesto duro, nervioso ante la posibilidad de explicar su calvario públicamente por primera vez en 18 años, este israelí de ascendencia marroquí y convertido al cristianismo, salió haciendo el signo de la victoria y declaró que se sentía "feliz" y "orgulloso de haber revelado que Israel poseía armas nucleares". Vanunu --que tiene prohibido conceder entrevistas-- aprovechó para hablar en la que quizá será su última oportunidad en mucho tiempo. Se expresó en inglés y se negó a hablar en hebreo. "No me dejan hablar con extranjeros", dijo a los periodistas antes de denunciar que ha recibido "tratos bárbaros y crueles" del Mossad tras su secuestro en Roma.

El espía atómico , como se le conoce en Israel, dijo que "no hay más secretos que contar", en un mensaje a unos servicios secretos que lo ven como un arma letal para la seguridad de Israel. El científico exigió una inspección extranjera del reactor de Dimona y recordó que su libertad "estará limitada". Al espía atómico lo estaban esperando centenares de pacifistas de 14 países, grupos de apoyo israelís y sus padres adoptivos, un matrimonio de EEUU. Un grupos de la derecha nacionalista, le recibió, sin embargo, al grito de "traidor". Tras una liturgia de acción de gracias, partió con rumbo desconocido.

OCHO PALESTINOS MUERTOS Por otra parte, a las cuatro de la madrugada de ayer, 25 tanques y blindados, apoyados por helicópteros Apache, penetraron en Bet Lahie, en el extremo norte de la franja de Gaza, en una operación que causó ocho muertos y 45 heridos, con lo que el cómputo final en las últimas 24 horas se elevó a 13 muertos y más de 60 heridos.

La mayoría de víctimas son civiles jóvenes y sólo hay dos milicianos. El objetivo de la operación, dijo Israel, era eliminar las lanzaderas de cohetes Qassam, que los palestinos usan contra los asentamientos judíos.