Si es cierto que la victoria de Alexander Lukashenko en sus cuartas elecciones presidenciales estaba asegurada de antemano, también lo es que su permanencia en el poder depende de su amistad con Rusia. Desde que se convirtió en presidente de Bielorrusia en 1994, los altibajos en las relaciones entre Moscú y Minsk, que merecen un culebrón aparte, no han dejado de sorprender.

La trama de todas las riñas ha sido siempre la misma: el Kremlin decide empezar a tratar a Bielorrusia como a un país extranjero y eleva las tarifas de la energía después de que Lukashenko se niega, una vez más, a avanzar en la reunificación con Rusia. En respuesta, Lukashenko corta el tránsito de hidrocarburos rusos a través del oleoducto Druzhba y pone patas arriba a Polonia y a Alemania. El final siempre ha sido el mismo: las partes acaban llegando a un acuerdo y reafirman su cooperación estratégica.

La última guerra de las tasas de petróleo, que se desencadenó en junio, fue la respuesta de Rusia a la negativa de Bielorrusia a formar parte de una unión aduanera, proyecto que lidera Moscú desde hace años.

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Lukashenko trataba así de forzar a Rusia a que eliminara el arancel a la exportación de crudo con destino al mercado bielorruso para que las refinerías bielorrusas compraran crudo a bajos precios en el mercado ruso y lo vendieran a Occidente a precio de mercado internacional. La resistencia de Lukashenko causó la peor crisis en las relaciones bilaterales. Moscú inició una guerra informativa contra el "último dictador de la Europa del Este", emitiendo varios documentales con datos comprometedores en plena campaña electoral. En respuesta, Lukashenko declaró que no pensaba "vender su soberanía a cambio de petróleo y gas".

Todo terminó el 10 de diciembre cuando Lukashenko se reunió con el presidente ruso, Dmitri Medvédev, para firmar la unión aduanera. A cambio, Rusia eliminó el arancel a la exportación de crudo a partir del 1 de enero, lo que le costará unos 1.500 millones de euros en el 2011. Semejante generosidad supone que el reelegido líder bielorruso reconozca la independencia de Abjasia y Osetia del Sur, repúblicas secesionistas de Georgia.