Ayer, durante un momento, se hizo el silencio en Washington. Organizado por la Casa Blanca como homenaje a las seis víctimas mortales y los 14 heridos en el tiroteo del sábado en Tucson, ese paro unió a la capital política y a todo el país en unos segundos de reflexión.

Las banderas de todos los edificios públicos de la capital ondeaban a media asta, como harán hasta el viernes por orden del presidente. Barack Obama se situó con su esposa, Michelle, a las puertas del jardín sur de la Casa Blanca para guardar con la cabeza agachada ese momento de silencio. Centenares de ayudantes y personal del Congreso se unieron a la convocatoria en las escaleras del Capitolio que solía recorrer la congresista que fue el objetivo central del atentado, Gabrielle Giffords, y su director de comunicaciones, una de las seis víctimas mortales.

La pausa, un símbolo de unidad, fue breve, un oasis en un país donde tanto los políticos como la sociedad civil tienen el reto de cómo afrontar lo sucedido sin convertirlo en otra arma política y dialéctica que incremente la crispación y polarización ya instaladas en EEUU.

El presidente, que ha cancelado un viaje que tenía previsto hoy a Nueva York, debe valorar si dirigirse al país para abordar un atentado en el que no se ha determinado aún la motivación del autor, Jared Lee Loughner.

LA ABOGADA Loughner, que se ha negado a colaborar con las autoridades --tendrá una abogada de oficio que ya defendió a Theodore Kacynski, conocido como Unabomber, y al miembro de Al Qaeda Zacarias Moussaoui--, compareció ayer por primera vez ante un juez federal en Phoenix. Se enfrenta a cinco cargos federales, a los que la fiscal del condado de Pima, Barbara Lawall, quiere sumar cargos estatales por los civiles asesinados y heridos.

Cualquier discurso del presidente es susceptible de ser interpretado como una estrategia partidista, especialmente cuando el tiroteo ya ha intensificado los cruces de acusaciones entre conservadores y progresistas sobre la supuesta ideología de Loughner. Por eso los asesores de Obama barajan la posibilidad de que no dedique una intervención exclusivamente a la tragedia o a reclamar un retorno al civismo en la oratoria, sino que lo aborde en su discurso sobre el Estado de la Unión, el día 25.

Antes quizá se celebre un memorial en Tucson, anunció ayer Obama, que se mostró esperanzado de que tanto Arizona como el país "sientan el testimonio de nuestra sensación de pérdida, pero también de nuestras esperanzas de futuro y de cómo podemos salir unidos de esta tragedia como una nación reforzada".

Si el presidente y sus asesores intentan controlar las consecuencias políticas, lo mismo está haciendo Sarah Palin, la excandidata vicepresidencial republicana y madrina del Tea Party, cuyo discurso a menudo incendiario ha sido señalado, si no como causante directo de la matanza, sí al menos como uno de los elementos que han alimentado la crispación.

POSIBILIDADES REDUCIDAS Mientras sus asesores critican enérgicamente esas denuncias, la propia Palin, salvo por un breve mensaje de condolencia el sábado en Facebook, mantiene silencio. Algunos analistas creen que lo ocurrido minimiza sus posibilidades de perseguir la presidencia en el 2012.

Otro de los potenciales candidatos republicanos en esa carrera, el expresidente de la Cámara baja Newt Gingrich, denunció que parte de la izquierda llegó demasiado temprano a conclusiones vinculando a la derecha con la masacre de Tucson. Además, justificó el uso del lenguaje militar en el discurso público. "En un país con libertad de expresión --dijo Gingrich-- la gente ocasionalmente usa lenguaje contundente".