En las gasolineras de la franja de Gaza se formaron ayer largas colas a causa de los rumores de que Israel puede cortar el suministro tras la toma del poder por parte de los milicianos de Hamás. "¿Es que vamos a volver a la era del carro tirado por un asno?", gritaba un conductor que aguardaba su turno.

El temor a las consecuencias del embargo internacional sobre Gaza y a un posible recrudecimiento de la violencia se ha apoderado de los 1,5 millones de palestinos que viven en la franja. "Estamos destrozados. Mis hijos están en casa porque me da miedo dejarles salir", afirma Umm Rami, una ama de casa cuyo marido es coronel en una de las fuerzas de seguridad que dominaba Al Fatá.

Israel asegura que no piensa cortar el suministro de comida, luz y otras necesidades básicas, a través del cordón de seguridad que mantiene desde que se retiró de Gaza en el 2005. Pero la toma del poder por parte de Hamás ha despertado la angustia por los efectos de vivir en un territorio gobernado por los islamistas que será tratado como un paria internacional.

La gente tiene miedo

"No he vendido nada en toda la mañana. La gente tiene miedo de que vuelvan a estallar los enfrentamientos y, sobre todo, no tiene dinero. Nadie compra nada", afirma el carnicero Abú Sharif. El principal cruce fronterizo por el que llegan las mercancías desde Israel, el paso de Karni, permanecía ayer cerrado. Los responsables de la ayuda humanitaria de las Naciones Unidas señalan que solo quedan provisiones en Gaza para algunas semanas. Además, muchos funcionarios que dependían de la Autoridad Nacional Palestina temen haber perdido su trabajo en Gaza.

Los programas de ayuda social de Hamás en Gaza favorecieron su victoria electoral en el 2006. Ahora, muchos se preguntan qué futuro les espera bajo una única autoridad de facto en manos de Hamás. A Umm Ahmed, la lucha entre Hamás y Al Fatá le trae sin cuidado. Para ella, el enemigo es Israel: "Gaza no es nuestra casa; nuestra casa está allí", afirma señalando en dirección a Israel.