Bustos. Monumentos ecuestres y réplicas de las espadas de Simón Bolívar. La crisis no deja nada en pie, ni siquiera el recuerdo forzado de tantos hombres de uniforme y a caballo cuyo culto el Estado se dedica a preservar. El equipo de IAM Venezuela (Monumentos y bienes institucionales, según sus siglas en inglés) contabiliza el robo de 6.812 piezas de estatuas en 12 estados del país. Esto representa 297 toneladas de bronce. El kilogramo fundido se paga a 5,30 euros en Cúcuta, la ciudad fronteriza colombiana desde donde, bajo la supervisión de EEUU, se busca iniciar la ayuda humanitaria que horade al Gobierno de Nicolás Maduro. Hasta noviembre pasado, las pérdidas materiales llegaron a 1,5 millones de euros .

Venezuela tiene una especial predilección por las figuras y efigies de militares. Esa profusión de esculturas conmemorativas de personajes armados guarda relación con el fuerte predominio castrense a lo largo de la historia como república. Entre 1830 y 1958 los civiles apenas gobernaron diez años. Es el tiempo durante el cual la piedra y el bronce tomaron la forma de generales y coroneles, golpistas e insurrectos, de nombres insignes y de traidores, para ocupar un lugar en el espacio público. El movimiento bolivariano añadió su propia cuota de monumentalismo. Las estatuas de Hugo Chávez se levantaron en diversas zonas del país como recordatorio de la «eternidad» del comandante. Sus enemigos ya se ensañaron con dos de ellas.

La debacle económica ha multiplicado la violencia y los robos. El pillaje de objetos acompañó la lógica de la hiperinflación. Primero se saquearon lápidas funerarias, luego iglesias y vestigios coloniales. Los ladrones no se demoraron en encontrar un negocio en los cables telefónicos. Y el bronce sin oropeles llevó al bronce de la gloria. Así fue que los maleantes empezaron a desmontar estatuas, bustos... La memoria colectiva, sometida al trasiego del contrabando.

Esfumados

En el estado de Mérida se llevaron el 40% de sus estatuas. El metal viaja ilegal a Colombia, y también a Trinidad y Tobago, Curazao y el mercado asiático. Todavía desconcierta cómo se pueden esfumar 300 kilos sin que medie la policía.

Las estatuas de civiles son minoría en Venezuela. Pero quedan igualadas en la ola de sustracciones. Los centenares de kilos que se usaron para rendir homenaje al fray Juan Ramos de Lora, el primer obispo de Mérida, corrieron la misma suerte que el poeta y dramaturgo Udón Pérez. «Todo se me va», fueron sus últimas palabras, tan actuales en el presente.