La puesta en libertad de Judith Miller es una buena noticia para la salud de la democracia. En este caso se cumplen el derecho y la deontología periodística, aunque queda sobre el tapete una segunda cuestión, tan delicada como la de preservar las fuentes de información: la obligación de los periodistas de respetar las leyes. Y la de EEUU prohíbe divulgar los nombres de sus agentes secretos. Si Miller resulta culpable de vulnerar la ley, no se podrá alegar en su favor la ética personal de la periodista, porque está obligada, como todo ciudadano, a respetar la ley. Eso es así de sencillo.

*Periodista.