Querida Lily, estoy bien, gracias a Dios. Espero salir pronto, paciencia". La esposa de Mario Gómez se fue desarmando con la fragilidad de un pétalo a medida que leía en voz alta la carta recibida de las entrañas de la mina San José. Tres hojas con los bordes quemados, escritas en letras azules y bien grandes: los trazos de un milagro. Pero no solo ella palpitó el prodigio con esa intensidad. Todo Chile se encuentra en estado de conmoción después de conocer la prueba de vida del líder de los 33 trabajadores atrapados hace 18 días. "Dale muchos besitos a todas mi hijas y nietos, que los amo mucho. Vamos a ser felices para siempre juntos con nuestra familia", se despidió Gómez. Ahora, Chile espera el momento de fundirse en un abrazo simbólico con quienes pasaron a llamarse "los 33".

El Estado ha redoblado las complejas tareas de un rescate que puede durar tres meses. En pocas horas se encenderá la máquina que hará un agujero paralelo al túnel por el que ha viajado la sonda que pudo recibir las pruebas de vida. Pero existen otras prioridades. El ingeniero André Sougarret explicó que primero hay que hacerles llegar "líquido, glucosa y, después, otro tipo de alimento".

"FUE COMO EL MUNDIAL" Los ojos del país están puestos en Copiapó, unos 800 kilómetros al norte de Santiago. En la tarde del domingo, cuando se conoció la buena nueva, después de tantos pronósticos aciagos, la gente salió a las calles, los bomberos hicieron sonar sus sirenas, los creyentes redoblaron sus plegarias... "Fue como el Mundial de fútbol, cuando ganaba la selección", se dijo.

"Yo los pude ver a través de las cámaras. Agitaban sus brazos, estaban todavía con sus lámparas prendidas", dijo el presidente, Sebastián Piñera. Las imágenes comenzaron pronto a ser descifradas por los allegados de aquellos que resisten a 700 metros de profundidad. "Es mi hijo", dijo el padre de Florencio Avalos Silva. "Lo sé por los ojos y la nariz".

LAS SEÑALES El ministro de Minería, Laurence Golborne, ponderó ayer la inteligencia y capacidad de los mineros de pelear hasta el último aliento. Fueron enviando señales cada vez más precisas de lo que les ocurría. "Primero, una barra apareció pintada. Luego, un martillo pintado de rojo y, en la cabeza, una bolsa de plástico amarrada". Adentro, el mensaje de Mario Gómez junto a otra nota: "Estamos bien en el refugio, los 33".

Gómez tiene 63 años. Trabaja en los yacimientos desde los 12. Su padre también lo hizo, y murió picando piedra. Cuando Liliana, su esposa, leyó la carta, confirmó lo que intuía: el Navegao, como llaman a su marido por su efímero pasado como marino mercante, estaba liderando a los mineros atrapados. "Sabía que no iba a decaer porque, si lo hacía, arrastraba a los demás".

El terremoto de 8,8 grados que cimbró el sur chileno en febrero todavía eriza, y es por eso que la historia de "los 33" ha calado tan hondo. "Si los mineros emergen de la tierra antes del 18 de septiembre, el país habrá encontrado una razón, un eje, para las celebraciones del bicentenario", señaló Robert Funk, profesor de la Universidad de Chile.