El presidente polaco, el conservador Lech Kaczynski fallecido hoy en un accidente aéreo, había suavizado en los últimos tiempos su perfil de euroescéptico que sacudió a la UE. Kaczyinski se convirtió en jefe del Estado en el 2005, tras una fulgurante carrera en la que formó un tándem de gobierno en Polonia junto con su hermano gemelo, Jaroslaw.

El presidente, de 60 años, viajaba junto a su esposa María --el matrimonio deja una hija, Marta-- y una delegación polaca de alto rango a las celebraciones en memoria de los soldados polacos masacrados por los servicios secretos soviéticos, en Katyn, 70 años atrás, una fecha de alta simbología en las relaciones entre Varsovia y Moscú, con la que hoy quería darse un paso adelante hacia la superación del pasado.

Político con mucha experiencia en la lucha por la democracia, Lecg Kaczynski había suavizado su tono euroescéptico desde que su hermano Jaroslaw dejó el cargo de primer ministro, en el 2007, al ser derrotado por el liberal Donal Tusk.

Lucha por la democracia

Los hermanos Kaczynski -- Lecg en la jefatura del Estado y Jaroslaw en la del Gobierno-- se ganaron el apodo de azote de la UE durante el periodo en que ambos se repartieron la cúpula del poder en Polonia.

A Jaroslow se le consideraba el auténtico artífice y versión más radical del partido Ley y Justicia (PiS) con el que Lech llegó a la presidencia en la segunda vuelta de las elecciones que se celebraron el 23 de noviembre del 2005, en las que se impuso sobre Rusk. Kaczynski representaba la vía del "Estado fuerte", de tónica nacionalista, frente a un Rusk conciliador y europeísta.

El presidente se había reservado la tarea de liderar el partido, mientras que Lech asumió la lucha por la presidencia.

Estrellas infantiles de cine

Nacidos el 18 de junio en Varsovia, los gemelos Lech y Jaroslaw debutaron a los 12 años, antes que en política, en el cine infantil como protagonistas del cuento Dos que robaron la luna. Hasta la llegada al poder hay una larga trayectoria que para Lech empezó como miembro del Comité de Defensa de los Obreros (KOR) creado por el disidente comunista Jacek Kuron en el 1976.

Cuando apareció el sindicato Solidaridad tras las grandes huelgas del verano del 1980, Lech Kaczynski se sumó a la protesta con gran energía y llegó a ser vicepresidente de la organización.

Tras la proclamación de la ley marcial por el general Wojciech Jaruzelski, igual que miles de polacos, el presidente fallecido continuó la lucha por la democracia en la clandestinidad organizando protestas y colaborando en la impresión y reparto de octavillas.

Legalización de Solidaridad

En el 1989, cuando por orden de Jaruzelski los representantes del poder se sentaron a negociar la transición con los representantes de la oposición democrática liderados por Lech Walesa, Kaczynski fue uno de los negociadores más activos en el capítulo relacionado con el restablecimiento de la legalidad del sindicato Solidaridad.

Ya en la democracia y tras el triunfo de Walesa en las elecciones presidenciales del 1990, Kaczynski ocupó la jefatura de la Oficina de Seguridad Nacional, adjunta a la Presidencia, y más tarde fue presidente de la Cámara Suprema de Control (Tribunal de Cuentas).

En 1999 fue nombrado ministro de Justicia por el entonces primer ministro, Jerzy Buzek, y en el 2001 resultó elegido alcalde de Varsovia, cargo que utilizó como trampolín para alcanzar lo que era su principal objetivo, la Jefatura del Estado.

Pulso con Angela Merkel

En su campaña presidencial recalcó sus vínculos con la Polonia tradicional y católica confirmada por su actitud intolerante, ante los homosexuales a quienes, como alcalde de la capital polaca, prohibió organizar la Marcha de la Igualdad.

Durante la presidencia de turno alemana de la UE Kaczynski protagonizó un duro pulso con la cancillera Angela Merkel hasta que finalmente firmó el tratado de Lisboa el 10 de octubre del 2009 en Varsovia.

El ejercicio de la presidencia y la desaparición de su gemelo de la vanguardia política suavizó en los últimos tiempos su perfil respecto a la UE y a la vecina Alemania, salvo puntuales rifirrafes derivados de las nunca totalmente superadas diferencias históricas.