A los británicos les cuesta reconocerse como europeos. Si se refieren aEuropa, eso nunca incluye al Reino Unido. Europa es el “continente”. Son “los otros”. Los socios con los que aliarse, o los enemigos de los que defenderse, según los tumbos que ha ido dando la Historia. Hitler no pudo invadir Gran Bretaña, un hecho que, sigue pesando con orgullo en la conciencia colectiva. “Tenemos el carácter de una nación que está en una isla, independiente, franco, apasionado en la defensa de nuestra soberanía y las instituciones que tan bien nos han servido durante tantos siglos” recordaba David Cameron esta semana en Alemania, en su último discurso antes de la cumbre.

La relación Reino Unido-Unión Europea es percibida por los británicos como incompatible en muchos aspectos. Si estuviera en Facebook se definiría como “es complicada”, como ha dicho alguien bromeando. Fue en parte su decadencia económica e imperial la que le empujó a unirse a lo que en 1973 era la Comunidad Económica Europea. Los británicos buscaban la prosperidad, no la integración política que vino después. Para ellos, euro y Schengen son atentados a la soberanía. Sienten que este no era el club en el que entraron y sienten que han estado tratando de darles gato por liebre.

Poco a poco, pero de una forma constante, los británicos se han ido convenciendo de que la Unión Europea extralimita sus poderes y se toma excesivas libertades. La resistencia a ceder estaba ahí, pero ese malestar cobró otra dimensión cuando por primera vez sintieron el impacto directo en sus vidas de las consecuencias de pertenecer a la UE. Ni las autoridades ni la sociedad británica habían previsto el enorme flujo de emigrantes comunitarios que iban llegar al Reino Unido desde países como Polonia, cuando entró en el 2004.

Las cifras hablan de dos millones de extranjeros europeos y siguen aumentando. Los cambios en ciertas partes del país han sido muy rápidos y profundos. Algunos británicos se quejan de que no reconocen sus barrios, las tiendas o los cafés, con productos de otras nacionalidades, donde se hablan lenguas desconocidas. Temen haber perdido su identidad para siempre y eso ha generado resentimiento. “La inmigración es actualmente el problema más importante en la política británica”, afirma Charles Grant, director del Centro para la Reforma de Europa. La crisis en la zona euro, hace que se asocie Europa con el paro elevado, con partidos populistas fastidiosos, con fracasos económicos y mal liderazgo.

La presión de Farage

Fue la inmigración y la presión de Nigel Farage, las que forzaron a Cameron a convocar el referéndum. El eurófobo y xenófobo UKIP ha logrado que se identifique inmigración con UE, cuando la mayor parte de los inmigrantes proceden en realidad de países no-europeos. El bombardeo diario de la prensa ultraconservadora y eurofóbica, como algún título del grupo Murdoch, el Daily Mail o el Daily Express(“Dos millones de inmigrantes de la UE se llevan nuestros trabajos”, decía la portada de este último del jueves) es un arma propagandística a tener en cuenta en el referéndum. Tampoco ayuda la percepción británica de que el tándem Francia-Alemania trata de imponer llevar las riendas europeas e imponer el poder a su favor.

¿Optarán los británicos por la continuidad o la ruptura? La tentación de darle una patada a la indeseable Europa no es descartable. “Hay muchas razones para ser pesimista sobre la campaña de los que están a favor de la permanencia”, afirma Grant. El resultado es mucho más impredecible de lo que Cameron había anticipado. “El Reino Unido necesita una voz en Europa. Europa también necesita que el Reino Unido la tenga”, advierte Martin Wolf, comentarista del Financial Times. “Es una relación cerebral, no afectiva. Pero sigue siendo mucho más provechoso el tenerla. Es así para el Reino Unido. Es también así también para nuestros socios y aliados”.