Tony Blair es el primer ministro británico más europeo y social que pueda imaginarse, de manera que presentarlo como el chivo expiatorio del fracaso de Bruselas es injusto y miope. Su discurso es un catálogo de buenas intenciones y de ataque no sólo contra el euroescepticismo de su país, sino contra la concepción acartonada y burocrática que tienen los franceses de un modelo social poco digno a juzgar por cómo alimenta las siniestras colas del desempleo. Porque es incuestionable que Europa marcha con retraso en la evolución del mundo.

No es cierto que Blair sea un apóstol de la mera zona de libre cambio, añeja execración de De Gaulle. El líder británico cree en Europa como proyecto político, y está a favor de las ampliaciones de la Unión que otros recusan o temen.

Los que rebaten el llamado cheque británico harían bien en reflexionar sobre la confusión entre retorno contable y beneficio económico para revisar una concepción nacionalista que conduce a la parálisis.

*Periodista e historiador.