La solución al mayor conflicto nuclear del mundo en la actualidad, para la que fueron necesarios tres años de negociaciones estajanovistas, no mereció declaraciones cargadas de triunfalismo. "Tenemos un largo camino aún por delante", dijo el jueves Christopher Hill, negociador estadounidense y artífice del acuerdo por el que Corea del Norte renuncia a su programa nuclear a cambio de seguridad y energía. "Estamos en el primer cuarto", abundó Condoleezza Rice, secretaria de Estado de EEUU.

Los expertos repiten estos días que no será fácil comprobar el desarme norcoreano. Un texto incompleto y de sintaxis imprecisa y la mala fe contractual ya demostrada por Kim Jong-il complican su cumplimiento. Pyongyang recibirá 50.000 toneladas de petróleo pesado por cerrar el reactor nuclear de Yongbyon, el núcleo de su programa, y otras 950.000 toneladas cuando acredite su desmantelamiento.

Plutonio para 8 bombasLa medida congelaría la futura producción de plutonio, pero no aclara el destino de las reservas actuales, que muchos analistas creen suficientes para fabricar ocho bombas atómicas. Tampoco hace referencia al desarrollo de misiles balísticos ni al programa de enriquecimiento de uranio que EEUU cree que Corea del Norte desarrolla en secreto, lo que el régimen niega. Kim Tae-woo, investigador del Instituto Surcoreano de Defensa, estima que Pyongyang puede continuar fabricando bombas. "El acuerdo es mejor que nada, pero no es impresionante", opina.

"Congelar, suspender o inutilizar no significa necesariamente abandonar", advirtió Zhang Liang-gui, un experto de la Escuela del Partido Comunista Chino. Pyongyang ya ha dado signos de interpretar el acuerdo de forma muy libre. La agencia nacional de noticias aseguró que las toneladas de petróleo son el pago por la "suspensión temporal" de su programa nuclear. Aunque este anuncio puede responder solo a la necesidad de mantener alta la moral de un pueblo forzado a pasar hambre a cambio del orgullo de una carrera armamentística. En las celebraciones del viernes por el 65 cumpleaños de Kim Jong-il se omitió el acuerdo y se recordó que el estatus de potencia nuclear defiende al país de los enemigos exteriores.

Desconfianza mutuaEn 1998, la entonces secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, asistió en Pyongyang a una exhibición militar. Tras el lanzamiento de un cohete, Kim Jong-il aclaró a su invitada que era el primero y el último. Hacía cuatro años que el entonces presidente de EEUU, Bill Clinton, había firmado un acuerdo similar al actual. Se rompió en el 2002 porque, ya con George Bush en la Casa Blanca, ambas partes tenían razones para desconfiar mutuamente.

Pyongyang reconoció que, como se sospechaba, tenía un programa nuclear secreto con el que enriquecía uranio gracias a la ayuda de Pakistán. Expulsó a los inspectores del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) y defendió su derecho a tener armas nucleares ante un posible ataque de EEUU.

Corea del Norte desarrolló ese plan con los inspectores sobre el terreno. Estos veían túneles vacíos sin poder saber qué habían escondido. El nuevo acuerdo estipula que Pyongyang debe permitir la entrada de la OIEA otra vez. Esta semana, los expertos han recordado que los terrenos montañosos están horadados por muchos túneles, invisibles a la visión con satélite.