Pese a las bajas temperaturas, de varios grados bajo cero ayer en París, un centenar de manifestantes protestaron en el aeropuerto de Orly contra la expulsión de nueve afganos en situación irregular. El ministro de Inmigración, Eric Besson, justificó su decisión de embarcarles de regreso a su país en base a la ausencia de una petición de asilo.

El argumento del ministro no solo sublevó a muchos franceses, que no entienden que se les devuelva a un país en guerra contra los talibanes a los que combate el ejército galo, sino que tampoco convenció a todos los miembros del Gobierno. "La expulsión de civiles a un país en guerra no forma parte de la Francia que quiero", dijo la secretaria de Estado para las ciudades, Fadela Amara.

Incómodo, el ministro de Exteriores, el socialista Bernard Kouchner, afirmó en el Parlamento que luchará "para que el número de afganos acogidos sea superior al número de los que deben partir". Tanto la derecha como la izquierda denunció la contradicción de un país que estudia prohibir el burka por ser contraria a los derechos humanos y que devuelve a los afganos a un lugar donde se impone esta prenda.