La zona donde se concentra la gran ofensiva de la OTAN es una región verde y fértil, surcada por canales de regadío y salpicada de pequeñas aldeas, aunque con una población muy empobrecida. Pero para los talibanes se trata de un territorio de vital importancia en su estrategia de guerra para recuperar el poder que perdieron hace más de ocho años. Las provincias de Kandahar y de Helmand, donde está situada la localidad de Marjah, epicentro de la vasta operación militar que empezó ayer, son las principales regiones de producción de opio del mundo. Hay que tener en cuenta que Afganistán produce el 92% de opio que se consume en el planeta.

Los insurgentes que operan en esta zona --entre 400 y 1.000 según la OTAN, unos 2.000 según cifras de los islamistas-- han logrado asociarse con las bandas de narcotraficantes y eso les ha permitido juntar el dinero suficiente para financiar la guerra que libran desde el 2001 contra el Gobierno de Kabul y las fuerzas internacionales.

A lo largo de estos últimos años han forzado a la población, básicamente campesina, a abandonar sus campos de legumbres, maíz y fruta, para concentrarse en la plantación de la adormidera o amapola, planta de la que se extrae el opio.

Por eso es tan importante para la OTAN arrebatar esta región a los islamistas. Y no solo porque de conseguirlo supondría un duro golpe para las arcas de los talibanes, sino también porque los extremistas se quedarían sin el último de sus grandes santuarios en la provincia de Helmand, una de las más grandes del país centroasiático. "Marjah es el último santuario enemigo de la zona de operaciones de los marines" en la provincia de Helmand, dijo el general de brigada estadounidense Larry Nicholson.

La estrategia de la Casa Blanca consiste en reforzar antes de este verano con 30.000 hombres más las fuerzas en Afganistán y estrechar así aún más el cerco a los insurgentes que este último año han logrado importantes avances. El presidente estadounidense, Barack Obama, desea empezar la retirada de las tropas en el 2011. Pero para conseguirlo necesita éxitos militares que debiliten a los talibanes.

Los radicales han dominado Marjah desde el 2001. Nunca la han perdido y durante todos estos años han implantado en este enclave sus propias reglas de juego a la población, que se ha visto sometida a las normas más estrictas y extremista del islam.