Facebook desarrolla en secreto una herramienta para bloquear los contenidos molestos en China, según el diario 'The New York Times'. El proyecto está en fase de estudio, aún no se ha ofrecido a Pekín y no es descartable que nunca vea la luz. Pero todas esas precauciones no impiden vislumbrar la respuesta de Facebook al dilema shakespeariano que atenaza a las grandes compañías occidentales de internet: la complicidad con la censura china o la renuncia al mayor mercado del mundo (700 millones de internautas, el doble que la población estadounidense) y con la mayor tasa de crecimiento. Principios o pragmatismo, esa es la cuestión.

Twitter está fuera de China. Google se marchó en el 2010 apuntando a la inaceptable censura entre grandes elogios globales que ignoraron su anterior complicidad desacomplejada. Linkedin ha bloqueado sus contenidos sensibles. Ninguna se ha beneficiado tanto de China como Yahoo, que identificó a disidentes que acabaron en la cárcel. En las recurrentes críticas a la censura china se suele obviar que su llamada Gran Muralla Cibernáutica se ha levantado con tecnología occidental.

La iniciativa de Facebook no sorprende en ese contexto. La compañía ya bloqueó en el segundo semestre del 2015 unos 55.000 artículos en una veintena de países como Rusia, Pakistán o Turquía por vulnerar sus leyes nacionales. Ocurre que, desde la perspectiva moral, no parece lo mismo censurar a los negacionistas del holocausto en Francia que a la disidencia política en China. La diplomática respuesta oficial de Facebook confirma la información del diario neoyorquino: “Hemos dicho durante mucho tiempo que estamos interesados en China, y estamos dedicando tiempo para entender y aprender sobre el país”, ha dicho su portavoz. El programa no sería directamente gestionado por Facebook sino ofrecido a un socio chino para que este supervisara el perfil de las noticias y las filtrara. El mecanismo sugiere cierta cobertura ante las previsibles críticas.

REVUELTA ÉTNICA EN XINJIANG

La compañía permanece bloqueada en China desde que una revuelta étnica en la provincia musulmana de Xinjiang dejara 200 muertos. Pekín aseguró que los agresores se habían organizado a través de Facebook y el tenaz cortejo de Mark Zuckerberg no la ha ablandado desde entonces. El fundador ha viajado en varias ocasiones al país de origen de su esposa, Priscilla Chan, se ha dirigido en un potable mandarín a los estudiantes de la prestigiosa Universidad Tsinghua, se ha dejado fotografiar corriendo frente a la Ciudad Prohibida en un día de contaminación atroz o con una biografía del presidente, Xi Jinping, sobre la mesa de su despacho. Zuckerberg incluso le pidió a Xi que le sugiriera un nombre chino para su descendencia.

El fundador aclaró años atrás que su misión de conectar a todo el mundo era inviable sin el país más poblado. “Es mejor participar en una conversación, aunque no sea completa”, habría dicho a sus trabajadores para justificar la censura. Sus esfuerzos diplomáticos en los últimos años no han sido escasos ni tibios. Ya se ha reunido conLiu Yunshan, máximo encargado de propaganda, o con Lu Wei, ministro de internet. El control en internet se ha intensificado desde la subida al poder de Xi, quien ha aclarado la función educativa en los valores comunistas de todos sus actores. China se ha mostrado abierta a compartir con los gigantes estadounidenses el desarrollo de su población internauta siempre que superen esos molestos principios morales.