La proliferación de armas sigue causando estragos en EEUU, donde dos nuevos incidentes plantean el fácil acceso que se tiene a ellas. El país se estremeció este fin de semana después de que un niño de 4 años disparara a su hermano de 2 en Houston (Tejas), y el tiroteo en un hotel de Milwaukee (Wisconsin) que acabó con ocho muertos, incluido el agresor. Todo el mismo día.

El sábado, a media tarde, la tragedia llegó a una familia de Houston mientras los dos hijos jugaban. El mayor, de 4 años, se enfadó con el pequeño, de 2, porque le había tirado un juguete. En venganza, el niño cogió el bolso de la madre, agarró la pistola, la colocó en la sien del pequeño y disparó. La bala atravesó la cabeza del niño, que ayer se hallaba en estado crítico en un hospital de Houston.

OLEADA DE ROBOS "El pequeño no entiende lo que pasa, pregunta dónde está su hermano y si va a volver", explicó ayer el sargento Cameron Grysen, de la policía de Houston. También añadió que "realmente no se sabe" si el niño distingue entre un revólver de juguete y uno de verdad. La madre explicó que lo tenía para proteger a la familia, según dijo, por la serie de robos sufridos recientemente en la vecindad y que el sábado fue el único día que no puso el seguro a la pistola. La madre puede hacer frente a cargos criminales.

El suceso, sin embargo, no motivó un debate inmediato sobre la facilidad de acceder a un arma. Un ejemplo son los vecinos. Ninguno cuestionó la posesión de armas como raíz del problema, sino la falta de atención de los padres. "Deben tener cuidado cuando las dejan en casa", dijo Yulanda Jordan. "Los niños no deberían haber estado jugando con armas. Son demasiado jóvenes", declaró Edward Josey, de sólo 17 años.

Al otro extremo de la nación, en Milwaukee, tampoco se alzaron voces contra el acceso a las armas, tras la muerte de ocho personas durante un servicio religioso de la Iglesia Viva de Dios en un hotel. "Desafortunadamente, están pasando muchas de estas cosas en EEUU, en iglesias, escuelas y juzgados", se limitó a comentar el pastor Daniel Friz, de Lansing (Michigan).

El causante de esta masacre, Terry Ratzmann, era un informático de 44 años que vivía con su madre y su hermana. Dedicaba su tiempo libre a la jardinería y a criar truchas, y "decía que no había disparado un tiro en su vida", comentó un vecino. "Hasta cazaba conejos sin hacerles daño, y luego conducía 30 kilómetros para soltarlos", añadió. Por razones desconocidas, asesinó a tiros con una pistola a siete personas de su congregación religiosa, antes de poner fin a su propia vida.