El fallido encuentro entre el derrocado presidente hondureño, Manuel Zelaya, y el títere de los golpistas, Roberto Micheletti, previsto para la madrugada del viernes en Costa Rica, que no se celebró, abre un periodo de incertidumbre en esta crisis. El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el chileno José Miguel Insulza, lamentó la "intransigencia" de los equipos que, auspiciados por el presidente costarricense, Oscar Arias, iniciaron ayer en San José las conversaciones.

Arias no logró su meta inicial de sentar cara a cara a los dos políticos en su lujosa residencia de la capital. Escuchó a ambos por separado y lo máximo que consiguió fue el establecimiento de las mencionadas comisiones "de diálogo", que "no de negociación", afirmaron los portavoces de ambos políticos.

Los dos grupos buscarán una salida al conflicto que mantiene aislada a Honduras del resto de la comunidad internacional, desde que el presidente Zelaya fue derribado el pasado 28 de junio por las fuerzas armadas y reemplazado por Micheletti, presidente del Congreso.

Cuanto más tiempo pase Zelaya en su forzado exilio, más posibilidades tienen los rebeldes de consolidar su posición dentro del país. Sin duda creen que la estrategia de desgaste les favorece y cuentan con que la situación de facto se imponga por sí sola en la comunidad internacional, apague la algarabía y el pragmatismo político permita olvidar el incidente.

FALLO TACTICO Sin embargo, la aceptación internacional que ellos esperaban no se ha producido, y la situación económica, política y social empeora en Honduras cada día que pasa bajo un régimen que no es reconocido por ningún país. El nuevo régimen espúreo no cayó en la tentación de detener a Zelaya, lo que le obligaría a tener que juzgarlo ante las cámaras.