La familia de Paul Marshall Johson permanecía ayer recluida en su casa de Eagleswood (Nueva Jersey), donde fue informada de la decapitación. Nadie entró ni salió del la casa, rodeada por cámaras de televisión y periodistas y cuyo césped está cubierto desde hace días por cintas amarillas, plantadas a modo de flores, tradicionalmente utilizadas para desear el retorno de los soldados. Justo horas antes de que expirara el ultimátum, la esposa del rehén, tailandesa, imploró ante las cámaras su liberación. "No ha hecho nada malo", dijo llorando.