El FBI ha hecho públicos los documentos de la investigación que condujo sobre el uso negligente que Hillary Clinton hizo de sus correos electrónicos durante su etapa al frente de la secretaría de Estado, un asunto que si bien no ha se ha traducido en consecuencias legales para la candidata demócrata a la presidencia ha servido para ahondar la desconfianza que parte de la sociedad estadounidense siente hacia ella. Del material se desprende cierta ignorancia y desinterés de Clinton hacia los mecanismos que regulan la información clasificada, así como las dificultades de los agentes para acceder a la docena de dispositivos móviles de la ex canciller para comprobar si habían sido hackeados.

Como ya dijo el director del FBI, James Comey, el pasado mes de julio, la investigación “no encontró pruebas que confirmen que las cuentas de correo de Clinton o sus dispositivos móviles fueran objeto de ciberataques”, aunque el documento añade que los agentes no pudieron acceder a todos los dispositivos utilizados por la entonces secretaria de estado. La 58 páginas publicadas por la agencia incluyen un sumario de las tres horas y media de entrevista que la ex primera dama y sus abogados mantuvieron en la sede del FBI en Washington hace unos meses. Según el memorando de la reunión, Clinton dijo en ella que utilizó un servidor privado y personal para almacenar sus comunicaciones “por conveniencia” y no para violar las leyes que regulan las comunicaciones oficiales.

En la entrevista también sostuvo que “no recordaba haber recibido ningún email” clasificado. Esas respuestas están en consonancia con lo que ha ido diciendo desde que el asunto se destapara a principios del año pasado. Pero no son del todo ciertas. Al menos, algunas de ellas. La investigación del FBI concluyó que Clinton envió o recibió hasta 110 correos que por entonces ya estaban clasificados durante su etapa al frente de la diplomacia estadounidense, aunque “un numero muy pequeño” de los emails llevaba la marca de la clasificación. Clinton también afirmó en su día que había entregado a la agencia todos sus correos profesionales. Tampoco era verdad. El FBI encontró más tarde 14.900 de los que no tenía constancia.

A la postre, hay suficientes indicios para afirmar que Clinton mintió o no dijo toda la verdad durante la investigación pero, en cualquier caso, el FBI optó por no recomendar al departamento de Justicia su procesamiento. En julio pasado Comey concluyó que había actuado con “extremada negligencia”, pero también dijo que no había pruebas suficientes para determinar que lo hiciera de forma premeditada, con mala fe.

Tanto la derecha mediática como la campaña de Donald Trump ha hecho del asunto de los emails uno de sus caballos de batalla para presentar a Clinton como un político deshonesto y taimado. Y cuanto más se hable de los emails más calara esa opinión entre el electorado, ya de por sí muy extendida.