El suave invierno ha acabado de repente y brutalmente en la costa este de Estados Unidos con una tormenta de nieve que el Servicio Nacional de Meteorología ha definido como“potencialmente devastadora”. Desde que los copos empezaron a caer el viernes, el estado de emergencia se ha extendido por 11 estados y el temporal que se extiende por un área de 1.600 kilómetros ha puesto en alerta a 85 millones de residentes.

Al menos 9 personas han muerto en accidentes de tráfico relacionados con la tormenta y más de 220.000 han perdido suministro eléctrico en Carolina del Norte y Nueva Jersey, donde se han producido también graves inundaciones. Miles de personas más que debían desplazarse han quedado atrapadas ante cancelaciones o retrasos de miles de vuelos (más de 8.000 según cálculos de la compañía Flight Aware) y también por suspensiones de múltiples servicios de transporte público en grandes ciudades como Washington DC o Nueva York, donde este sábado por la tarde se llegó a imponer un veto total a la circulación de tráfico.

Esta vez, a diferencia de otros años en que las tormentas han sido más suaves que las alertas y que las medidas de precaución de las autoridades, la alarma ante la monstruosidad ha cobrado sentido y tanto la nieve caída para el sábado por la mañana y la que se esperaba hasta el domingo, acompañada por fuertes vientos, amenazaban con batir récords históricos. En Nueva York, donde se augura que puede quedar entre las cinco más copiosas de la historia, se acumulaban unos 30 centímetros de nieve para las 10 de la mañana pero a lo largo del día se esperaba que las acumulaciones llegarán hasta los 75 centímetros.

La situación llevó tanto al gobernador del estado, Andrew Cuomo, como al alcalde neoyorquino, Bill de Blasio, a imponer a mediodía un veto total a la circulación del tráfico. Ante la previsión de que las dureza de la tormenta se agravara por la tarde, el primer edil recordó que “esto es malo y está empeorando rápidamente” e instó a los negocios a echar la persiana y dejar a sus empleados volver a sus casas, misión complicada sin servicio de bus ni de metro en las estaciones que transitan por el exterior, con servicios de cercanías a los suburbios también suspendidos y con puentes y túneles cerrados como parte del veto al tráfico. En Broadway, donde los días de nevada son oportunidad para conseguir ver por cancelaciones los espectáculos con entradas agotadas, la ilusión también acabó pronto y a la una de la tarde de Blasio anunció que la calle de las luces bajaba el telón.

La tormenta, bautizada Jonás por un canal de televisión pero sin nombre oficial del Servicio Nacional de Meteorología estadounidense, hacía grave la situación más allá de Nueva York y de la capital, donde el transporte urbano está suspendido desde el viernes y por tres días y las estanterías semi vacías en los supermercados son señal del miedo de los ciudadanos a que haya problemas con los suministros, según informa Ricardo Mir de Francia.. La alcadesa de DC, Muriel Bowser, había definido la tormenta como cuestión “de vida o muerte” y ayer volvió a instar a los ciudadanos a quedarse en sus casas, denunciando que “aún hay demasiada gente en la calle, andando y circulando”.

Las llamadas a no salir y así no dificultar el trabajo de los servicios de limpieza y de emergencia se repetían por todo el este, desde Kentucky hasta Pensilvania (dos estados donde miles de coches quedaron atrapados en carreteras desde el viernes), de Georgia a Tennessee y de Carolina del Norte a Virginia y Maryland.