Cuando Víktor Yanukóvich juró el cargo como presidente de Ucrania en febrero del 2010, muchos se apresuraron anunciar que un fiel amigo de Moscú ha llegado al poder en Kiev. El propio Kremlin parecía estar seguro de que con Yanukóvich, a quien los medios de comunicación internacionales llaman «el prorruso», los problemas acumulados durante los años del Gobierno anterior que defendía la vía europea se resolverían.

Esa percepción simplista nunca llegó a ser verdad. El principal oficio de Yanukóvich ha sido el de mantener en vilo tanto a Moscú como a Bruselas, que ha estado trabajando en un acuerdo de asociación con Kiev. En la víspera de la cumbre de Vilna, que se celebró a finales de noviembre, en la que la Unión Europea (UE) iba a firmar esa histórica alianza, Yanukóvich acusó a la UE de traicionar los intereses estratégicos de Ucrania. Dijo que los europeos no ofrecieron ayuda adecuada para compensar las pérdidas económicas de su país a causa de la adhesión al mercado común. Nada más llegar a Vilna se quejó ante sus homólogos europeos de que ha estado solo desde el 2010 luchando contra la «enorme presión de una Rusia muy fuerte».

Sea cual sea la verdad, lo cierto es que los argumentos de que Rusia controla a Kiev a través del suministro de gas natural y que absorbe la parte del león de las mercancías ucranianas esta vez resultaron más convincentes. Yanukóvich aplazó la firma de la asociación con la UE para un futuro indefinido y aplastó con mano de hierro las protestas de la oposición, que quiere ser parte de Europa.

A sus 63 años, Yanukóvich es un personaje político muy particular. No tiene ni una décima parte del carisma que luce su principal rival, la exprimera ministra encarcelada, Yulia Timoshenko. Sus numerosas meteduras de pata en los discursos públicos ya se han convertido en anécdotas nacionales. Durante la última campaña ni siquiera se atrevió a participar en debates televisados con Timoshenko sabiendo de antemano que iba a perder en ese espectáculo.

Pero a sus seguidores ni siquiera les confundieron las dos condenas por asalto y agresión por las que fue sentenciado a penas de prisión en 1967 y 1970. La razón de ese apoyo garantizado radica en que Yanukóvich siempre ha sido el presidente de la mitad prorrusa de Ucrania.

Natural de la zona minera de Donbás, donde reside la mayoría de rusoparlantes, cuenta con el apoyo de casi 90% de los electores locales, así como de poderosos empresarios de esa Ucrania rusa.

Pero la población de la parte occidental del país, que tradicionalmente mira hacia Europa, no considera a Yanukóvich su presidente y se burla de él sin ocultarlo.

El principal problema de Ucrania y de su líder actual reside en el hecho de que esas dos partes encontradas del país constituyen dos mitades totalmente iguales del censo electoral.