El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y sus portavoces y aliados se esfuerzan por lanzar el mensaje de que los más de 90.000 documentos obtenidos y filtrados por WikiLeaks que conforman un diario de seis años de la guerra en Afganistán tienen escasa relevancia y no aportan información nueva. La realidad, no obstante, es que la publicación de unos 70.000 de esos papeles ha sacudido la estrategia de Obama para Afganistán y Pakistán, alimenta las divisiones ya existentes dentro de su Administración sobre la efectividad de esa política y pone en peligro la financiación de la guerra en el Congreso.

Esa realidad quedó de manifiesto ayer, cuando, en sus primeras declaraciones sobre la filtración, en las que trató de minimizar su impacto, Obama lanzó un mensaje de presión al Congreso para que dé luz verde a los requisitos presupuestarios para mantener la contienda. Las cámaras trataron de acelerar ayer mismo, una votación de una partida de más de 45.000 millones de euros pero en un debate hubo demócratas que empezaron a retirar su apoyo.

DUDAS POR LA SEGURIDAD Asimismo, el Ejército de Tierra abrió ayer una investigación para determinar el origen de una filtración que podría llegar a considerarse "acto criminal". El propio presidente reconoció su "preocupación" por la posibilidad de que los documentos pongan en peligro a individuos u operaciones. Aunque Obama aseguró que la filtración "apunta a los mismos retos" que le llevaron el otoño pasado a revisar la estrategia, e insistió en que solamente constatan la urgencia de aplicarla, lo que no puede evitar es que la guerra de Afganistán, la alianza con Pakistán y las preguntas sobre ambos temas hayan vuelto a las primeras páginas de los medios.

"La ciudadanía es ahora más escéptica con la estrategia de lo que lo era la semana pasada", constataba en Politico Daniel Markey, del Consejo de Relaciones Internacionales. Una fuente de la Administración reconocía en The New York Times : "No sabemos cómo reaccionar". Hay quien trata de ver efectos positivos. Analistas militares aseguraron a The Washington Post , por ejemplo, que este episodio "puede conducir a Obama a explicar con más determinación la importancia de la guerra", lo que le ayudaría a aplacar las críticas de que hasta ahora no ha razonado a fondo cómo pretende reforzar al débil Gobierno afgano y frenar el ascenso de los talibanes.

Hay miembros de la Administración que, en privado, han expresado su esperanza de poder usar las revelaciones, en especial las que describen a Pakistán como un aliado que está realizando un doble juego y ayudando a los talibanes, para presionar a Islamabad a cooperar más.

Lo más vital ahora para Obama es conseguir que el Congreso secunde sus peticiones económicas para mantener la guerra. De momento, cuenta con el apoyo público de senadores como John Kerry, presidente del Comité de Relaciones Internacionales, que habló de las filtraciones como oportunidad para "hacer los equilibrios necesarios para conseguir con más urgencia la política adecuada". Pero el apoyo en el Congreso a la estrategia ya era frágil antes de que publicara los documentos WikiLeaks.

EL PARADERO DE BIN LADEN Los tres medios que publicaron los documentos, The New York Times, The Guardian y Der Spiegel , siguieron ayer dando a conocer nuevos detalles que ponen en duda la sinceridad con la que esta Administración y la que le precedió han transmitido la realidad de la guerra. Aunque la CIA mantenía que no ha tenido información detallada sobre el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden desde el 2003, un informe de agosto del 2006 desmiente esa versión. Ese documento situaba a Bin Laden en una reunión en Quetta, en la que tanto el líder de Al Qaeda como el de los talibanes, el mulá Omar, organizaron ataques suicidas en Afganistán.