A los 87 años recién cumplidos murió ayer Salvatore Riina, más conocido con el diminutivo de Totò, capo de los capos de Cosa Nostra, la mafia de Sicilia. A diferencia de la mayoría de los verdaderos jefes de las mafias mundiales no murió en su cama, sino en la sección médica de la prisión de Parma, en la que se encontraba cumpliendo 26 cadenas perpetuas en régimen de prisión dura. Recientemente había sido sometido a dos operaciones por problemas cardiacos y estaba sedado desde hacía varios días. Sus familiares fueron autorizados a verle cuando ya agonizaba, pero llegaron tarde a la cita. Había sido detenido en 1993 después de estar fugado 24 años.

En su larga carrera criminal, mató, ordenó matar o provocó la muerte de 200 personas, entre ellas los magistrados Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Pero su prestigio criminal se fraguó lentamente, hasta que en 1992 se reveló como el verdadero capo.

Aquel año, los magistrados de Milán destaparon lo que se conoce como Manos Limpias, centenares de sumarios contra la corrupción política, empresarial y mafiosa, que acabaron con el sistema político vigente desde 1945, con la Democracia Cristiana gobernando -en Sicilia colaboraba con Cosa Nostra, como habían hecho los aliados para desembarcar en la isla en la segunda guerra mundial- y el partido comunista (PCI) relegado a la oposición por dictado de EEUU.

En aquel vacío de poder, la organización Cosa Nostra buscó nuevos interlocutores y para encontrarlos sembró el país de atentados, masacres y chantajes, que coronaron a Riina como jefe victorioso de la llamada «ala militar» de la mafia siciliana.

MISTERIOS SIN RESOLVER / «No me doblegarán nunca, aunque me echen 3.000 años de prisión», había dicho. Cumplió su palabra y con su muerte numerosos misterios quedarán sin solución, entre ellos un supuesto pacto entre el Estado y Cosa Nostra por el que se está actualmente celebrando un proceso, las eventuales complicidades institucionales en los asesinatos de Falcone y Borsellino y los nunca esclarecidos pactos con Silvio Berlusconi por los que el tres veces presidente del Gobierno está siendo actualmente investigado.

Tras la muerte de Riina, su hija, Maria Concetta, explicó en Facebook haber «recibido la orden de la familia de mantener reserva y silencio sobre el asunto». «Para mí no eres Totò Riina, sino mi padre», había escrito su hijo, Salvo, el jueves, fecha del cumpleaños del progenitor.

«El fin de Riina no es el fin de la mafia siciliana, que sigue siendo un régimen criminal de altísima peligrosidad», declaro Rosy Bindi, actual presidenta de la comisión parlamentaria antimafia, organismo que desde la segunda guerra mundial se instituye en cada legislatura.

Pietro Grasso, presidente del Senado y exmagistrado en los territorios mafiosos del sur peninsular, dijo que Riina ha sido «uno de los capos más feroces y despiadados de Cosa Nostra». María Falcone, hermana del magistrado literalmente volado en 1992 en la autopista que conduce de Palermo al aeropuerto, comentó: «Como enseña mi religión, habría podido perdonarle si se hubiese arrepentido, pero de él no ha llegado ninguna señal de redención».

Según Salvatore Borsellino, hermano del magistrado que saltó por los aires, junto con su escolta, cuando sonó el interfono de la casa de su madre (1992), «habrá quien suspire de alivio, porque Riina se lleva a la tumba secretos importantes».

«Ha muerto el verdugo», comentaron lacónicamente los miembros de la Asociación de Via dei Georgofili, calle donde en 1993 la mafia de Riina intentó volar una parte de los museos Uffizi de Florencia, causando cinco muertos y 48 heridos.

«No es una muerte que proporcione consuelo», declaró Rita, hija del general Carlo Alberto Dalla Chiesa, asesinado en su Seat 500 junto con su esposa (1982), después de haber sido enviado a Sicilia tras el homicidio de los presidentes locales del Partido Comunista y de la Democracia Cristiana y de los principales jefes y agentes investigadores de la policía.

SIN FUNERALES PÚBLICOS / Totò Riina no tendrá funerales públicos, por orden de las autoridades y también del obispo local y de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI), que recordaron cómo Juan Pablo II excomulgó públicamente a los mafiosos durante un viaje a Sicilia. Hace dos años, el papa Francisco lo repitió, subrayando las sílabas finales: «Los [mafiosos] que adoran el mal están ex-co-mul-ga-dos».

«Tratándose de un público pecador, no habrá funerales públicos y si los familiares lo pidieran se evaluará una posible oración privada en el cementerio», declaró sin dejar lugar a las dudas Michele Pennisi, obispo de Monreale (Sicilia). Forman parte de la misma Iglesia que en los años 50 y 60 afirmaba que «la mafia no existe». Lo mismo que sentenciaban los tribunales.