Nairobi despertó ayer en estado de sitio. El dispositivo policial y militar desplegado en la capital de Kenia para impedir la manifestación convocada por el Movimiento Democrático Naranja (MDN) llevó a su líder, el defraudado candidato presidencial Raila Odinga, a aplazar hasta hoy la concentración prevista para ayer. El presidente Mwai Kibaki rompió su silencio para afirmar que las elecciones del 27 de diciembre habían sido "libres y justas", anunciar mano dura contra la violencia e invitar a quien no esté de acuerdo con el resultado a "acudir a la justicia". Mientras, el fiscal general, Amos Wako, afirmaba que para poner fin a esta crisis es necesario llevar a cabo una investigación independiente sobre los comicios.

Los resultados, rechazados por fraudulentos por la oposición y por los observadores internacionales, desataron una ola de violencia que, según el último cómputo de France Presse, había causado hasta ayer 346 muertos.

El fiscal general advirtió de que la situación "está degenerando hacia una catástrofe de proporciones inimaginables" y solo un acuerdo entre los seguidores de Kibaki y los de Odinga puede frenar una sangría.

ACUERDO NECESARIO Para el fiscal general, el acuerdo tendría que plantearse como un ejercicio a largo plazo, "para mitigar los ánimos inflamados de la gente". Sin embargo, Wako añadió que solo el Constitucional puede anular la reelección de Kibaki.

Mientras, las maquinarias diplomáticas europea y estadounidense están ya en marcha. El responsable de la política exterior de la Unión Europea, Javier Solana, habló ayer por teléfono con la secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, para proponerle que una misión mediadora conjunta viaje a Nairobi.