La octava edición del Foro Social Mundial (FSM) finalizó ayer en Belém, la capital del estado brasileño de Pará, en el corazón de la Amazonia, con la certeza de que la crisis económica planetaria, que venía siendo anunciada desde el 2001, no podrá resolverse con las recetas conocidas. Sin embargo, y debido a la multiplicidad de voces y propuestas, el FSM no pudo ofrecer una clara salida alternativa a una realidad descrita en tonos catastróficos.

Por lo pronto, el heterogéneo movimiento antiglobal, que estos días ha dado réplica al Foro de Davos, volverá a medir fuerzas el próximo 2 de abril en las calles de Londres, escenario de la próxima reunión del G20, el grupo de los países industrializados y en vías de desarrollo, al que no concede la legitimidad para reinventar el sistema.

Unas 100.000 personas llegaron a Belém. "El Dios Mercado quebró por falta de control", dijo ante ellos el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. Las sentencias de los líderes sociales y presidentes de Venezuela, Hugo Chávez; Bolivia, Evo Morales; Ecuador, Rafael Correa, y Paraguay, Fernando Lugo, así como las de los líderes sociales y más de 2.000 conferenciantes, fueron coincidentes. "Se sigue afrontando la crisis con las mismas herramientas que la provocaron", advirtió Rafaela Bolinni, de la sección europea del FSM.

Pero el diagnóstico común no habilitó la elaboración de un programa mínimo. "La crisis nos obliga a mejorar nuestras propuestas", admitió Fatima Mello, del comité organizador. Emir Sader, un ensayista brasileño, fue más explícito: "Es hora de que veamos cómo hacer que el lema Otro mundo es posible sea llevado a la práctica. No basta con intercambiar experiencias entre militantes de todos los continentes".

Bernard Pinaud, de la francesa CCFD-Terre Solidaire, dijo que una de las iniciativas que al menos encontró consenso fue la de crear un organismo mundial para regular el sistema financiero.

SITUACION "DEVASTADORA" En la misma semana que Belém amalgamó a líderes, activistas e intelectuales, el presidente de EEUU, Barack Obama, tildó de "devastadora" la situación de su país y consideró a los directivos de los bancos privados unos "sinvergüenzas" por intentar adjudicarse bonos millonarios.

Jean-Pierre Leroy, de la oenegé brasileña FASE, advierte de que la corriente antiglobal necesita todavía unificar criterios de acción esenciales. Los movimientos sociales están marcados por un pensamiento fuertemente anticapitalista, mientras que los sindicatos tradicionales levantan banderas más moderadas.