Varios grupos de civiles armados se lanzaron al atardecer del viernes (madrugada de ayer en España) a las calles de la ciudad de Oaxaca, tomada desde hace más de cuatro meses por los maestros en huelga y un conglomerado de grupos sociales de este estado mexicano. Dispararon contra las barricadas de los insurrectos y causaron cuatro muertos más, uno de ellos el periodista estadounidense Brad Will, de la cadena independiente Indymedia. Finalmente, el presidente, Vicente Fox, decidió tomar cartas en el asunto y enviar a las fuerzas federales.

Seis aviones Boeing de la Policía Federal Preventiva (PFP) interrumpieron el tráfico aéreo comercial tanto en la capital de México como en la del estado. También los helicópteros, con pertrechos antimotines. La batalla final --algunos temían que la inicial-- estaba servida.

A PUNTO DE UN ACUERDO Cuando parecía imponerse la salida negociada a lo que empezó como una anual reclamación salarial y se transformó en la exigencia de la cabeza del gobernador, Ulises Ruiz, las bandas organizadas de represores, armadas con fusiles de asalto y pistolas, sembraron de nuevo el terror y organizaron hasta una veintena de tiroteos simultáneos en las calles de la ciudad. Varios sicarios fueron grabados por las cámaras de televisión agachándose para disparar a matar. En Santa Lucía, uno de los pueblos que han quedado dentro de la capital, los francotiradores se apostaron en los tejados más altos. Entre una docena de heridos se encontró también un fotógrafo, Oswaldo Ramírez, del diario Milenio .

"En respuesta a los acontecimientos ocurridos ayer en la ciudad de Oaxaca, los cuales atentan contra el orden y la paz de los ciudadanos del lugar, el presidente Vicente Fox ordenó la movilización de fuerzas federales a esa ciudad", comunicó ayer la jefatura del Estado. Cuando un francotirador le pegó un tiro al cámara Will en Oaxaca, Fox interrumpió su viaje a Monterrey y convocó al Gabinete de seguridad en su residencia. De ahí surgió el plan de acción emergente para recuperar Oaxaca. Después llamó a todos los gobernadores para que se reunieran con él.

Ni el presidente ni los ministros militares y de Gobernación (Interior) dieron más detalles. Solo se traslucía que ayer era un día de concentración de fuerzas. Las primeras fueron las de la PFP, la policía más moderna del país, un cuerpo militarizado. La intervención del Ejército estaba aún en el aire; media docena de destacamentos establecidos en torno a esta ciudad desde hace meses estaban anoche a punto de movilización. La Marina, también en alerta en los puertos de Huatulco, así como en Acapulco, en el vecino estado de Guerrero.

La ciudad mantuvo de día una calma engañosa. El dirigente de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), Flavio Sosa, hizo una llamada a "extender y reforzar las barricadas".

UN BASTION INSURGENTE La consigna era "resistencia". El homo de hogueras y coches ardiendo se elevaba en la capital colonial, convertida en un bastión insurgente desde que, el 14 de junio, el gobernador, Ulises Ruiz, quiso acabar por la fuerza con la huelga de 50.000 de los 70.000 maestros de ese estado. Ahora, cuando 31.000 huelguistas han votado por regresar a clases el lunes, los radicales fuerzan la salida violenta del conflicto.

El temor pesó sobre los vecinos de Oaxaca. Algunos comentaron y recordaron la octavilla en la que, al complicarse el conflicto, la guerrilla del Ejército Popular Revolucionario (EPR) dijo estar también a la espera de acontecimientos y amenazó con intervenir militarmente en caso de que se produzca una nueva agresión contra el movimiento social en un intento para reprimirlo. Los servicios secretos creen que varios comandos guerrilleros se encuentran infiltrados entre los maestros y las militantes de la APPO.

Muchos oaxaqueños de clase media salieron ayer del estado en coches y autobuses para refugiarse en casas de parientes y amigos. Diversos empresarios dijeron que los últimos miembros de sus familias partieron también de la ciudad, y bastantes incluso viajaron a Miami.