La incuria oligárquica de los partidos tradicionales y el populismo descarnado, como el que representa Lucio Gutiérrez, parecen haberse conjurado para destruir Ecuador, una sociedad desgarrada entre la pobreza extrema y el exilio. Dos presidentes fueron arrastrados a la dimisión por la ira popular. El exgolpista Gutiérrez, cuya carrera muestra un paralelismo con la de Chávez, volvió a las andadas con un autogolpe de Estado para someter al poder judicial insumiso.

La actividad entre bastidores tanto del expresidente Bucaram, inculpado en varios procesos por corrupción y protector de Gutiérrez, como del aspirante presidencial Alvaro Novoa, el rey del banano, crean una situación enrevesada y políticamente explosiva, con el Ejército como testigo mudo y dividido. La política de balcón fracasa tan pronto como incumple sus promesas y el país se asoma al abismo sin esperanzas de superar su endémica aflicción, aunque aferrado a la democracia.

*Periodista e historiador.