En las últimas semanas, el Gobierno francés ha cambiado radicalmente su política de comunicación ante el terrorismo islámico. Ha pasado de silenciar los golpes --cada año se abortaban una media de dos atentados en medio de una gran discreción-- a divulgar desde la situación de amenaza a las operaciones policiales. Ayer comunicó la detención de tres supuestos colaboradores de una célula terrorista.

Dos de ellos fueron apresados en Marsella por los servicios secretos y el otro en Burdeos, acusados de "asociación de malhechores con fines terroristas". Los detenidos son sospechosos de formar parte de un movimiento islamista y de pertenecer a una célula logística que proporciona alojamiento y documentación falsa a los terroristas que intentan introducirse en Francia después de haber seguido un programa de entrenamiento en la zona de Pakistán y Afganistán.

El jefe de la célula, Ryad Hannouni, un francés de origen argelino, fue detenido a principios de septiembre en Nápoles después de haber sido objeto de vigilancia por los servicios secretos franceses durante dos años. Entre sus posesiones se encontró material para fabricar explosivos, que supuestamente aprendió a manejar tras una estancia en un campo de entrenamiento paramilitar de los islamistas radicales.

EN ESTADO DE ALERTA Antes de ser detenido, se puso en contacto con la célula logística francesa. La existencia de esta red fue lo que despertó, en las últimas semanas, la inquietud de las autoridades sobre una amenaza de atentados en Francia y llevó a reforzar la vigilancia en el transporte y las zonas turísticas.