Cuando acaban de cumplirse --el sábado pasado-- 50 años del primer ensayo de la bomba atómica francesa en el Sáhara argelino, el descubrimiento de que los soldados movilizados para asistir a la explosión fueron deliberadamente utilizados como cobayas desató ayer un considerable escándalo en Francia. Según un informe confidencial del Ejército, las autoridades decidieron exponer a los soldados a las radiaciones para "estudiar los efectos físicos y psicológicos del arma atómica en el hombre".

El documento secreto, dado a conocer por el diario Le Parisien , da la razón a las víctimas de las deflagraciones nucleares, muchas de ellas afectadas por enfermedades incurables. Los militares que asistieron a los ensayos siempre han afirmado que "las autoridades sabían" que la bomba no era inocua para la salud de los soldados, a los que se invitó a asistir a la explosión en primera línea sin apenas protección. Hasta ahora era su palabra contra la del Estado, que insiste en que las dosis de radiactividad eran "débiles". El Parlamento aprobó, el mes pasado, una ley para indemnizar a las víctimas de pruebas nucleares. Se trata de la primera reparación del Estado para paliar las consecuencias de los ensayos realizados en Argelia, en los años 60, y en la Polinesia francesa, sometida a las radiaciones entre 1966 y 1996. Al margen de la población, 150.000 militares y civiles participaron en los 210 ejercicios realizados por Francia para convertirse en una potencia atómica.

El informe divulgado ayer, que data de 1998, el año en que se abandonaron los ensayos, habla de Jerbo verde , nombre en clave --en alusión a un roedor del desierto-- que recibió la bomba lanzada el 25 de abril de 1961. El texto revela que uno de los objetivos era "obtener los elementos necesarios para la preparación física y la formación moral del combatiente moderno". Para ello, se envió una patrulla a la zona, a tan solo 275 metros del punto cero de la explosión para "estudiar las posibilidades de ataque en zona contaminada".

CAMBIO DE MASCARAS La maniobra permitió comprobar que la máscara de gas perturbaba las comunicaciones y ralentizaba un 50% la progresión de las tropas, por lo que se decidió reemplazarla por una simple máscara contra el polvo para los soldados rasos. El documento concluye que los mandos "no deben penetrar en zona contaminada".