Ha llegado la hora de que Francia esté en paz consigo misma". Así argumentó ayer el ministro de Defensa, Hervé Morin, la preparación de una ley para indemnizar a las víctimas de los ensayos nucleares siguiendo la estela de otros países como Estados Unidos y Australia. Es la primera reparación oficial del Estado francés a los afectados por las pruebas en el Sáhara argelino (de 1960 a 1966) y en la Polinesia francesa (de 1966 a 1996).

Al margen de la población, el proyecto estima en 150.000 el número de militares y civiles que participaron en los 210 ensayos realizados por Francia a fin de convertirse en una potencia nuclear. Para el primer año de aplicación de la legislación, se han reservado 10 millones de euros. La cantidad de cada indemnización no está fijada, pero podría oscilar entre 30.000 y 60.000 euros.

En la presentación del texto, Morin defendió "un sistema de indemnización justo y riguroso" para poner fin a más de 10 años de reivindicaciones de la Asociación de Veteranos de los ensayos nucleares. "Ya era hora de que Francia reconozca oficialmente nuestro esfuerzo", se felicitó el presidente de la asociación, Michel Verger. El proyecto, que será votado en el Parlamento antes del verano, establece una lista de 18 dolencias que supondrán un acceso directo a la reparación económica. La relación, calcada de la establecida por un organismo de la ONU, incluye enfermedades graves como leucemia, cáncer de pecho, pulmón o tiroides y no establece un tope de exposición a la radicación.

Un comité de nueve miembros, integrado principalmente por médicos, examinará cada dosier para establecer la relación de la enfermedad con la participación en las pruebas nucleares. En seis meses, el comité deberá emitir un veredicto y fijar la indemnización. Se espera que antes de finales de año se produzcan los primeros fallos. La ley determinará las zonas afectadas y un periodo que va desde el inicio de los ensayos hasta el desmantelamiento de las instalaciones.

SIN CONCIENCIA DEL PELIGRO Con la puesta en marcha de la ley, Francia rompe uno de sus tabús. "Cuando planteé la cuestión, en el verano del 2007, fue recibida con reserva en el Gobierno", admite el ministro. Por primera vez también, Francia admite la existencia de "fallos" en algunos ensayos.

"No teníamos ninguna conciencia del peligro", denuncian quienes participaron en las campañas nucleares. "En Mururoa, nos bañabamos en el mismo atolón donde se habían producido las explosiones, explica Florence Bourel, de 48 años, que sufre una recaída del cáncer de tiroides. En Argelia, el personal era invitado al "espectáculo" de las deflagraciones sin más protección que unas gafas de sol.