Francia vivió ayer la quinta gran jornada de protestas contra la reforma de las pensiones desde que se iniciara la movilización a principios de septiembre. Aunque las manifestaciones no lograron las cifras récord del martes pasado, fueron nutridas. El transporte público seguía ayer alterado y las refinerías bloqueadas. Se mantiene pues un pulso social que cataliza el descontento de muchos ciudadanos con la política de Nicolas Sarkozy. Mientras en la calle la situación se radicaliza --algunas bandas de jóvenes de los barrios conflictivos han empezado a irrumpir en las protestas causando disturbios puntuales-- ni los sindicatos ni el Gobierno se muestran dispuestos a ceder posiciones.

El Ejecutivo rechaza retirar el núcleo de la reforma, que consiste en alargar la edad legal de la jubilación de los 60 a los 62 años, y las centrales, secundadas por la oposición, exigen poner los contadores a cero y reanudar la negociación. Las posiciones están tan enconadas que no se vislumbra la salida. Ayer, ambas partes volvieron a protagonizar una guerra de cifras sobre la cantidad de manifestantes en cerca de 250 ciudades francesas. Según los sindicatos, rondaron los tres millones mientras que el Ministerio del Interior contó 850.000. Solo coincidieron en contabilizar menos personas que el martes pasado, pero el número no baja en relación con la protesta del sábado anterior.

ESTUDIANTES, EN LA CALLE La presión, por tanto, continúa. Y se deja notar sobre todo por la presencia de los estudiantes, que volvieron a sumarse a la movilización con pancartas contra Sarkozy. Son alumnos de instituto, mientras, de momento, los universitarios se mantienen al margen. La tensión subió también algunos grados en otros frentes, como en el puerto de Marsella, paralizado desde hace más de una semana, y en las refinerías del país, en huelga o trabajando al ralentí.

La paralización total de 10 de las 12 plantas ya se ha traducido en gasolineras cerradas --el 2% han agotado sus existencias-- y largas colas en las que disponen de más reservas. De las 4.000 estaciones de servicio de Total, entre 250 y 300 han tenido dificultades en algún momento. En el aeropuerto Charles de Gaulle de París, el segundo de Europa, ayer quedaba queroseno para solo dos días. El segundo aeropuerto de la capital, Orly, tenía reservas para 17 días. En cambio, el de Nantes, al norte, ya tuvo que pedir suministros a otra empresa.

El Gobierno no da síntomas de desfallecimiento. La ministra de Economía, Christine Lagarde, insistió ayer en que "no hay razones para caer en el pánico". Según dijo, "no habrá penuria de carburante". El Gobierno ha autorizado a las compañías petrolíferas a echar mano de sus reservas y, según el Ministerio de Economía, el país puede aguantar varias semanas por las importaciones procedentes de Italia, España, Bélgica y Alemania por vía marítima y por carretera.

NUEVOS OBJETIVOS El tráfico rodado es el próximo objetivo de los sindicatos, que han anunciado bloqueos la semana que viene. Mañana la circulación por ferrocarril continuará alterada y el próximo martes habrá otra jornada de huelga y manifestaciones. Será la sexta.

Los franceses consideran injusto que se haga pagar a los trabajadores por una crisis provocada por los mercados financieros. Y reprochan al Gobierno que hasta ahora se haya negado a cobrar más impuestos a los más ricos. A esto hay que añadir el escándalo político-financiero surgido a raíz del caso Bettencourt, y que afecta justamente al ministro encargado de pilotar la reforma de las pensiones, Eric Woerth.