"Esta noche quieren acción", comenta un policía del Frontex a un colega griego de la comisaría de Orestiada, a escasos kilómetros de Turquía. Una delegación de funcionarios europeos está de visita en la zona y quiere ver los resultados de la operación del cuerpo fronterizo de la UE, que mantiene 200 agentes desplegados desde el pasado octubre para luchar contra la inmigración que penetra de manera ilegal desde Turquía a Grecia.

"De acuerdo, yo me encargo", responde el agente griego. Los turcos también se aplican: cuando la delegación inspecciona su puesto fronterizo, los soldados muestran 10 árabes capturados a primera hora de la mañana como si se tratara de trofeos de caza.

Durante el pasado año, los 206 kilómetros que separan Grecia de Turquía se convirtieron en los más porosos de Europa debido al incremento de la vigilancia en otras rutas migratorias como España, Italia y el mar Egeo. El río Evros delimita la mayor parte de la frontera heleno-turca, pero existe una franja de 12,5 kilómetros sin accidentes naturales que frenen la entrada de inmigrantes y refugiados. "Por ahí es por donde pasa la mayoría. En el 2010 detuvimos a 26.000 que cruzaron por esa zona y a otros 10.000 en el río", explica un policía griego. A estos se añaden los 11.400 inmigrantes y 500 traficantes arrestados en la orilla turca. Las temperaturas bajo cero que por estas fechas azotan la región o los malos tratos de los que las oenegés acusan a la policía griega no asustan a los inmigrantes, pues llegan de lugares como Afganistán, Somalia o Bangladés y esta es la última etapa de su largo periplo. Escondidos, aguardan el amparo de la noche y de la densa niebla para tentar su suerte. Algunos pagan 1.100 euros por un viaje organizado por los traficantes desde Estambul --a dos horas y media de viaje--, mientras que otros dan 100 a los agricultores turcos que les indican el camino más fácil para pasar al país vecino.

Los que cruzan por el río llegan a pagar 370 euros por botes hinchables con capacidad para cuatro personas en los que se apretujan entre 10 y 15. De este modo, el pasado año murieron unas 80 personas ahogadas o a causa del frío.

"Un día que nevaba me encontré con un numeroso grupo de africanos recién llegados. Había incluso una mujer con un bebé en brazos", recalca Christos Farmakidis, del pueblo griego de Nea Vissa, cuyos vecinos recogen los botes usados por los inmigrantes para que sus hijos jueguen en las playas en verano. Muchos avisan a la policía cuando avistan a los inmigrantes.

"Cuando los detenemos no ofrecen resistencia", cuenta el policía griego. La mayoría de los inmigrantes se deshace de sus documentos por lo que es muy difícil su identificación. "Como los centros de acogida están repletos, los tenemos que soltar con la orden de abandonar el país en 30 días. Obviamente no lo hacen, sino que intentan ir al resto de la UE. Si son marroquís van a España, porque allí tienen familia", relata el agente.