La ofensiva israelí en Gaza entra en su tercera semana sin ninguna señal que augure su final. La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU no ha servido para nada y la iniciativa egipcia marcha a paso de camello.

EEUU sigue apostando por dar tiempo a Israel y Europa, dividida como siempre, pone a salvo su conciencia empujando diplomáticamente sin recurrir a ninguna medida de presión real para detener el conflicto. Con el cheque en blanco en el bolsillo, Israel se prepara para dar otra vuelta de tuerca a su castigo, mientras las condiciones de vida en Gaza retroceden varias décadas en el tiempo. Su situación está al límite. El capítulo de la destrucción abruma. Viviendas, carreteras, ministerios, mezquitas, comisarías, departamentos universitarios, repetidores de telecomunicaciones o cables eléctricos. Pero peor es el número de víctimas. Cada media hora muere un palestino y cada seis minutos otro resulta herido, advertía ayer la oenegé israelí Médicos por los Derechos Humanos. En total han caído 854 palestinos --unos 275 niños-- y 3.300 están heridos. Del lado israelí, hay 13 muertos, 10 de ellos soldados.

CIERRE DE LOS PASOS Sobre el fango de la franja, siguen produciéndose episodios esperpénticos. La ONU se disponía ayer a reanudar sus actividades después de detenerlas tras el ataque israelí a tres de sus colegios y a uno de sus convoyes humanitarios, pero no lo hizo. Un millón de personas dependen de sus alimentos. "Han cerrado los pasos fronterizos por ser sabbat ", dijo indignado a Efe su portavoz, Chris Gunness.

Además, declaró a este diario, su organismo no ha recibido garantías por parte de Israel de que sus trabajadores no volverán a ser atacados. Sí que continuaron en el día del descanso judío los bombardeos y los combates, centrados en los barrios periféricos de las ciudades del norte y en la capital. Desde el cielo miles de octavillas anunciaron a la población que Israel se dispone a ampliar la ofensiva con una "nueva fase de la guerra contra el terror". Más terror para un pueblo sin luz, gas, agua y apenas alimentos en las tiendas. En Gaza tampoco hay búnkeres o refugios para resguardarse. "La densidad de población es tan elevada que no puedes lanzar ataques sin saber que estás atacando a los civiles", decía desde la capital el médico noruego, Mads Gilbert. Por si fuera poco, Israel podría estar empleando armas tóxicas, prohibidas por la Convención de Ginebra cuando se emplean en zonas pobladas.

Human Rights Watch lo acusó ayer de utilizar el abrasador fósforo blanco, mientras los médicos de la franja se han topado con heridas semejantes a las que crea DIME, un explosivo experimental que desprende partículas químicas cancerígenas. Pero el Gobierno israelí sigue negándose a poner fecha al fin de la ofensiva. Su primer ministro, Ehud Olmert, apuesta por continuar hasta derrocar a Hamás, mientras los ministros Tzipi Livni y Ehud Barak prefieren acortar la salida. La ministra de Exteriores y candidata a las elecciones de febrero desea una retirada unilateral de la franja.