Mientras la Unión Europea y las Naciones Unidas solicitaban ayer a Israel que se replantee su anunciado endurecimiento del cierre de fronteras y los cortes del suministro de energía y combustible en Gaza, la población respondió con una mezcla de resignación y fatalismo a la declaración de "entidad hostil" formulada la víspera por Jerusalén, a la espera de que las amenazas se cumplan. La depresión, casi suicida, es absoluta en todos los sentidos. Cientos de tiendas y talleres están cerrados, y no porque sea festivo. Las calles estáN vacías.

Con un 70% de la población viviendo con dos dólares diarios y el paro en un 40%, el poder adquisitivo se ha desplomado. No hay clientes. En los supermercados casi nadie compra. En algunos, como Saqqa, el más grande de la franja, los dueños se han cansado de fiar a los vecinos.

AGUA, HARINA Y ARROZ La dieta de supervivencia se ha endurecido más aún, cuando el futuro amenaza con apagones como respuesta a los Qasam palestinos: agua, arroz, garbanzos, harina y pasta. Y aquellas pequeñas empresas que tienen clientes no tienen materias primas o electricidad suficiente para producir. Las fronteras se cerraron hace tres meses a la importación y la central de Gaza funciona a medio gas. "Me muero cada noche al pensar cómo voy a alimentar a mis diez hijos", dice el taxista Nawaz Alkahlut.

Al gremio del taxi le ha salido una competencia desleal. La de algunos de los miles de funcionarios leales a Al Fatá que han dejado de trabajar, siguiendo las órdenes del presidente Mahmud Abbás, y algunos ejercen de taxistas con sus coches particulares. "Con la necesidad que estamos pasando es una vergüenza que esta gente cobre un salario por quedarse en casa", afirma enfadado Hassan Shalam, empleado en la gasolinera Akkila de la capital. Solo tienen combustible para dos días.

La ONU advirtió ayer que el posible corte del suministro vulnera la ley internacional, mientras la UE pidió a Israel que reconsidere su postura. "Creemos que a la gente de Gaza no se le puede privar de sus necesidades básicas", dijo Javier Solana, jefe de la diplomacia europea.

EL ORGULLO Pero en Gaza no están dispuestos a dar su brazo a torcer rebelándose contra Hamás, como pretende Israel. "¿Detener los Qasam? Solo si Israel abre las fronteras y acaba con las operaciones militares. Gratis, ni hablar", decía Rawda Husundar, madre de cinco hijos.

No es fácil doblegar a esta población con medidas draconianas o incursiones como la de ayer, destinada a evitar el lanzamiento de proyectiles sobre Israel. Decenas de tanques, excavadoras y blindados israelís penetraron 1,5 kilómetros en el centro de la franja. Un militante de Hamás y un adolescente de 17 años murieron. El campo de refugiados de Ein Beit lleva tres días sitiado. Ayer el Ejército israelí arrestó a 39 personas.

La esperanza de algunos reside en la conferencia árabe-israelí del próximo mes de noviembre. La secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, dijo ayer en Ramala que la cumbre debe ser "sustanciosa" y servir para avanzar en "la causa del Estado palestino". Aunque advirtió que el documento final lo deben acordar palestinos e israelís. Sin embargo, pocos confían en un verdadero avance. La Autoridad Nacional Palestina quiere un acuerdo que incluya las fronteras, Jerusalén y los asentamientos, con un calendario y mecanismos para implementarlo. Israel prefiere una declaración de intenciones general que sirva de marco para continuar negociando.