Cuando le tapas la salida del aire a una olla a presión, acaba reventando por más indestructible que parezca el acero de su estructura. Y Gaza ayer explotó. Primero con dinamita y después de júbilo.

Un grupo de milicianos palestinos voló de madrugada el muro de hierro de seis metros de altura que ocupa parte de la frontera entre Gaza y Egipto. La avalancha fue inmediata. Durante todo el día más de 300.000 palestinos cruzaron al lado egipcio para desafiar el bloqueo israelí y comprar todo cuanto pudieron, desde gasolina a comida o cigarrillos, productos que en Gaza han desaparecido o cuyos precios se han disparado.

Incapaz de detener la marea humana, Egipto permitió la entrada, mientras Israel y EEUU se limitaron a expresar su preocupación por los acontecimientos.

"Dejemos que entren, coman, compren comida y regresen más tarde, siempre que lo hagan sin armas", declaró el presidente egipcio, Hosni Mubarak. La víspera, sus fuerzas de seguridad reprimieron con material antidisturbios una manifestación de palestinos que trataba de franquear la frontera por la terminal de Rafá, sellada por Israel desde hace siete meses.

INQUIETUD Un portavoz del Departamento de Estado norteamericano aseguró que los egipcios "están preocupados" por la situación, tanto como EEUU. No es para menos. Sin comerlo ni beberlo, la pelota del conflicto entre Hamás e Israel ha caído en su tejado. Y la posición de El Cairo es complicada.

Por un lado, Egipto está bajo una inmensa presión por parte de Israel, que le acusa de desatender la frontera permitiendo el contrabando de armas en Gaza a través de los túneles subterráneos. Estas quejas han llevado a EEUU a recortar parte de los fondos que aporta anualmente a Egipto. Pero, por otro, tiene un creciente revuelo interno para que actúe en contra del bloqueo que asfixia a la población de Gaza. Preguntado ayer si iba a retirar a su embajador en Israel como protesta por el cerco, Mubarak respondió que debía ser razonable. "Si lo hiciera --dijo-- no podría hablar con los israelís".

Igual de comedida fue la tibia reacción israelí. "Esperamos que los egipcios resuelvan el problema", dijo un portavoz del Ministerio de Exteriores israelí, que se mostró preocupado por la posibilidad de que los terroristas aprovechen la situación para entrar en Gaza.

ACORDEON De momento se desconoce qué va a pasar con la frontera. Tras volar al menos dos kilómetros de muralla, con explosivos colocados en plena madrugada, el Gobierno de Hamás, que evitó atribuirse la operación, utilizó las excavadoras para echar abajo un trozo más. Los niños saltaban después sobre ese acordeón de hierro oxidado, construido por el Ejército israelí durante la segunda Intifada, como si quisieran enterrarlo para siempre. Por lo que ha visto este corresponsal, la única solución inmediata para evitar que los palestinos sigan cruzando al otro lado sería un despliegue masivo de policías egipcios.

Hamás ofreció su propia receta. Su depuesto primer ministro, Ismail Haniya, propuso una "reunión urgente" con Egipto para reabrir la terminal de Rafá sin injerencias israelís y compartiendo la responsabilidad del control con el Gobierno del presidente Mahmud Abbás. Un Abbás que había negociado sin éxito con Israel la reapertura.