"Bienvenido a Gaza. ¿Quiere una taza de té? El té es el whisky blanco de los palestinos". El lado palestino de la frontera de Erez se llama 5-5, nadie sabe por qué, aunque la versión más fiable es que así aparece marcado en los mapas militares israelís. Pocas cosas hay en la franja de Gaza que no dependan de Israel. El policía palestino --pantalones y camiseta verdes, uñas sucias, sandalias, cara redonda y sonriente-- está aburrido. No hace tanto, por esta frontera --la jaula , la llaman, por su draconiano sistema de seguridad-- pasaban miles de palestinos autorizados a trabajar en Israel. Ahora solo cruzan periodistas, algún diplomático, los escasos palestinos con permisos para acudir a hospitales y los cooperantes.

Hace un año tampoco pasaban trabajadores, pero entonces a nadie parecía importarle. Ayer se cumplió el primer aniversario del histórico día en que el Ejército israelí arrió su bandera en Gaza. Hechizados por la decisión de Ariel Sharon de desalojar las colonias, fueron muchos los que se llenaron la boca de proyectos para convertir Gaza en un próspero centro económico una vez, decían, se hubiera acabado la ocupación israelí. El símbolo fue el último soldado israelí cerrando las puertas de hierro de Gaza. Lo que en realidad pasó es que Israel cerró la puerta y tiró la llave al mar Mediterráneo.

No hace falta recurrir a las estadísticas de la ONU y las organizaciones humanitarias para darse cuenta de que el millón y medio de habitantes de la franja se encuentran en una situación crítica. Solo hay que ver las montañas de basura apiladas a causa de la huelga de los basureros, que reclaman sus salarios; escuchar el ruido de los generadores, imprescindibles desde que Israel bombardeó la única central eléctrica y sumió la franja en una oscuridad intermitente; oír las proclamas de los funcionarios reclamando sus sueldos en concentraciones callejeras; constatar cómo de los puestos de los mercados casi ha desaparecido el pescado fresco, porque ser pescador es un oficio de alto riesgo, en el punto de mira de las patrulleras israelís. Incluso el caótico tráfico ha disminuido.

"No nos hemos arruinado. Nos han arruinado", matiza Ayed Abú Ramadán, director ejecutivo de la Compañía de Desarrollo Económico de Palestina (CDEP) y responsable del Proyecto de Agricultura de Gaza (PAG). Este proyecto era la joya de la corona hace un año y la ANP destinó 25 millones de euros. Consistía en utilizar los invernaderos que dejaron los colonos y exportar su producción, sobre todo a Europa. Se emplearon 4.000 personas. Se plantaron pimientos, tomates cherry y fresas. La UE decidió no gravar las exportaciones. Se calcularon unos ingresos de 15 millones de euros. EEUU pactó con Israel que por el paso fronterizo de Karni circularían a diario 150 camiones de exportaciones, con la intención de llegar a 400 a finales del 2006. Se produjeron 12.000 toneladas de productos. Y solo se exportaron 1.600, lo que ha generado pérdidas de 7,4 millones de euros, la clausura de los invernaderos y la pérdida de los empleos.

¿Qué pasó? "Karni solo ha estado abierto 33 días", se lamenta Abú Ramadán. Y es que los colonos y los militares israelís se fueron, pero la ocupación se mantuvo, ya que las fronteras, el espacio aéreo y el marítimo se encuentran en manos de Israel, incluso la frontera de Rafá, entre Gaza y Egipto, cuya apertura o cierre depende de los consabidos motivos de seguridad de los israelís. Este es el primer motivo de la crisis de la franja de Gaza.

El segundo es el boicot internacional tras la victoria electoral de Hamás en enero. Sin el dinero de Europa y EEUU ni los impuestos que le pertenecen y que Israel cobra en su nombre, la subsidiada Autoridad Nacional Palestina no puede pagar los sueldos a sus funcionarios; desde febrero, un tercio de la población está sin ingresos.

Lucha fratricida

El tercer motivo es la lucha fratricida entre Hamás y Al Fatá por el control de la ANP, que ha llenado las calles de milicianos y ha crispado y atemorizado a la población. Y el cuarto, las continuas operaciones militares israelís, ya sea por el lanzamiento de cohetes Qasam, ya sea por la captura del soldado Gilad Shalit, en junio. Este verano, Israel ha matado a más de 200 palestinos en Gaza.