"Señor Gorbachov, derribe ese muro". Estas palabras, pronunciadas por Ronald Reagan el 12 de junio de 1987, frente a la puerta de Brandenburgo, en el entonces Berlín occidental, sonaron a premonición. Veintinueve meses después, hoy hace justo 15 años, el telón de acero se vino abajo y toda aquella generación de políticos que hicieron aquel sueño posible ha sido ya devorada por los cambios vertiginosos experimentados desde entonces.

Si el 9 de noviembre de 1989 es la fecha que simboliza el fin de la guerra fría, Mijail Gorbachov encarna con su nombre toda una era. Fue él quien desde Moscú relajó la presión sobre los antiguos países satélites de la Unión Soviética. En casa, los cambios que introdujo acabaron por destruirle.

Fracaso en las urnas

El golpe de Estado de 1991 significó su muerte política, la del PCUS (Partido Comunista), que fue ilegalizado, y la de la URSS, que dejaría de existir el día de Navidad. Admirado fuera (fue Nobel de Paz) y denostado en casa, Gorbachov obtuvo sólo un humillante 0,51% de los votos cuando en 1996 se presentó a las elecciones. Retirado de la política, Gorbachov, de 73 años, imparte hoy conferencias millonarias.

Como él, otro hombre clave en aquellas transformaciones y también laureado con el Nobel de la paz, el polaco Lech Walesa, de 61 años, vive también retirado. El salto a la política de aquel joven electricista, que se erigió en presidente del primer sindicato libre de Europa del Este, fue controvertido. En 1990, fue elegido primer presidente poscomunista de su país con un abrumador 74,2% de los votos. Como estadista, se reveló intrigante y derechista, y arruinó sus posibilidades de reelección en 1995. En el 2000, lo intentó por última vez. No alcanzó ni el 1% de los votos.

La mancha de Havel

El disidente y exprisionero político checo Vaclav Havel estuvo 13 años en la jefatura de Estado de su país. Se retiró en febrero del 2003, a los 68 años, con una mancha en su historial de luchador por las libertades: en enero de ese año, firmó el manifiesto de apoyo a la política de EEUU en Irak.

Su compatriota, Alexander Dubcek, el hombre que en la Primavera de Praga (1968), quiso reformar el comunismo desde dentro murió en 1992 de un accidente de tráfico, cuando presidía la Asamblea Nacional.

Otro de los hombres que marcaron la época, el escritor y disidente político húngaro Arpad Göncz, de 82 años, que se convirtió en 1990 en el primer presidente no comunista de Hungría, se retiró en el 2000.

Y en el otro lado del ya inexistente muro, el excanciller alemán Helmut Kohl no podía culminar de peor forma su brillante y larga carrera política: viendo su nombre mezclado en un escándalo de financiación ilegal de su partido, y repudiado por su gente. Tras 16 años en el poder, quien jugó todas las cartas de la reunificación de Alemania, hoy sólo es un diputado más de la CDU.