Camino de Australia, el presidente de EEUU, George Bush, se detuvo durante unas seis horas en la provincia de Anbar en su tercera visita secreta a Irak desde que empezó la guerra. La visita a la base aérea de Al Asad se produjo una semana antes de que en Washington se decida el futuro de la presencia estadounidense en Irak, obligó al primer ministro iraquí, el chií Nuri al Maliki, a viajar al corazón de la zona suní del país y sirvió para destacar los logros en la provincia como el camino a seguir en todo Irak y como motivo de optimismo. "Si la clase de éxitos que vemos actualmente prosiguen, será posible mantener el nivel de seguridad con menos tropas", manifestó Bush.

En una base aislada, fortificada, en pleno desierto, fue donde aterrizó el Air Force One en una visita planificada con seis semanas de antelación y mantenida en secreto. Allí se dieron cita los actores del drama iraquí: Bush, Condoleezza Rice y Robert Gates, el general David Petraeus, el embajador Ryan Crocker, Maliki, el presidente iraquí, Jalal Talabani, y los líderes sunís de Anbar. Por un día, las imágenes de Irak que llegaron a EEUU no dañaron a Bush: soldados alegres, vítores al comandante en jefe y palabras como "avances" y "seguridad".

La provincia de Anbar representa lo que Bush querría que fuera Irak. Allí, la estrategia de ofrecer poder político y reconstrucción a los sunís a cambio de su colaboración para pacificar las calles ha dado algunos resultados, a pesar de los recelos de Maliki y los chiís. Es Anbar lo que está previsto que Petraeus y Crocker destaquen en su intervención ante el Congreso la próxima semana, en la que la Casa Blanca hará público su informe sobre los avances logrados en Irak. De sus testimonios y el informe final depende que Bush siga contando en el Capitolio con el apoyo de los republicanos para continuar con una guerra que amenaza con borrar electoralmente a su partido del mapa.

MENSAJE Si la intención interna del viaje era clara, también lo fue el mensaje a Maliki. A pesar de que en público Bush insiste en dar su confianza al primer ministro, la falta de avances políticos en Irak daña casi tanto como la falta de seguridad al presidente. Y, lo que es peor, en Anbar amenaza con arruinar los progresos en el ámbito de la seguridad. Fue tan significativo que Bush se reuniera con los líderes tribales sunís como que Maliki viajara a Anbar. En su encuentro con los gobernantes iraquís, George Bush defendió también la ayuda directa que Estados Unidos ofrece a los sunís a cambio de sumarlos al proceso político. Pero si Maliki no aprueba las legislaciones necesarias --en lo que Washington llama "reconciliación"--, estos esfuerzos serán vanos. Eso es lo que Bush transmitió a Maliki.