«No sabíamos qué tomar y nos tomamos las calles». El cartel pegado sobre la cortina metálica de un comercio bogotano resume el espíritu de la tercera huelga general que enfrenta el presidente colombiano Iván Duque en dos semanas.

Desde el pasado 21 de noviembre la caceroleada y la ocupación de los espacios públicos dominan la agenda política y tienen contra las cuerdas al Gobierno de derechas. Colombia, dijo la revista Semana, es escenario de la mayor «manifestación ciudadana sostenida de la que se tenga noticia en la historia reciente». Otra vez ayer predominaron las marchas y cortes de carreteras con sus consignas a favor de una mayor equidad y contra la Policía señalada como responsable de la muerte de un joven estudiante de 18 años que se había sumado a la protesta. La nueva huelga ha sido el resultado del fracaso de las primeras negociaciones entre el presidente Duque y los dirigentes sindicales, estudiantiles y las organizaciones sociales. El Gobierno considera imperioso retomar el diálogo porque el conflicto social ya ha dejado una pérdida económica superior a los 50 millones de dólares.

Diógenes Orjuela, presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, anticipó que las movilizaciones seguirán al menos hasta el 10 de diciembre si el presidente mantiene sus proyectos de reforma laboral y del sistema de pensiones y no disuelve las fuerzas antidisturbios. Se le reclama a su vez que avance en el cumplimiento de los acuerdo de paz alcanzados con las FARC.

Sectores de la oposición piden a Duque que escuche las demandas que surgen de la calle y busque soluciones que contemplen acuerdos políticos de más largo plazo. Pero a la vez, desde el conservadurismo, el expresidente Andrés Pastrana le reclama que sea intransigente. La protesta coincidió con el asesinato de José Humberto Rodríguez, alcalde electo del municipio de Sutatausa, Cundinamarca. Duque condenó el episodio y pidió a la justicia que lo esclarezca de inmediato.