Nerviosos pero decididos a no achantarse ante las amenazas de atentados contra el metro, los neoyorquinos continuaron ayer usando ese transporte público, bajo la vigilancia de millares de policías desplegados por el alcalde, Michael Bloomberg, quien ordenó incrementar las medidas de seguridad, pese a la "dudosa credibilidad" que el Departamento de Seguridad Nacional de Washington ha dado a esas amenazas.

"Si me equivoco, podéis estar seguros de que será por un exceso de cautela", recalcó Bloomberg, que dio ejemplo al coger el metro para ir a trabajar. "Si vuelve a pasar, haré exactamente lo mismo", añadió, flanqueado por el jefe de la policía urbana, Raymond Kelly.

Entre 12 y 20 personas pensaban emplear cochecitos de bebé, maletines y paquetes para detonarlos en la red del metro neoyorquino, que tiene 468 estaciones y es utilizado a diario por unos 4,7 millones de pasajeros. Fuentes del espionaje revelaron estos planes a agentes federales el pasado fin de semana e implicaron a tres miembros de Al Qaeda en Irak, que pensaban reunirse con sus compinches en Nueva York y atentar contra el metro.

RETRASO DE LA AMENAZA Sin embargo, el anuncio de la amenaza se retrasó hasta el jueves, una vez que la CIA, el FBI y el Ejército llevaron a cabo una operación conjunta en Irak para arrestar a los tres terroristas y desbaratar sus planes, que apuntaban a la posibilidad de ataques desde ayer hasta mediados de mes. Según fuentes policiales neoyorquinas, dos de los presuntos terroristas fueron detenidos, y se buscaba al tercero.

En Washington, el presidente Bush eludió entrar en la polémica sobre si las autoridades neoyorquinas habían reaccionado con exceso de celo ante una amenaza sin credibilidad para los expertos del espionaje de Washington. El aumento de la vigilancia propició ayer la evacuación parcial de la estación de Pensilvania durante dos horas, al descubrirse una sustancia verde sospechosa en una botella de soda, que resultó ser "una travesura", según el comisario Kelly.

Las amenazas contra el metro no se tradujeron en el aumento del nivel de alarma antiterrorista en Nueva York, que está en su segundo nivel más elevado (alerta naranja) desde el 11-S. Pero en las calles se notaba una mayor presencia policial.

En los túneles del metro se aumentó el número de policías y en algunos se desplegó a la fuerza de élite Hércules. El puente de Brooklyn fue cerrado al tráfico de camiones. En Washington, la policía evacuó la zona alrededor del Monumento a Washington por una amenaza de bomba.