Más de 300 muertos y decenas de miles de desplazados es el balance provisional de tres días de violencia en Kenia. El Gobierno y la oposición se acusan mutuamente de "genocidio y de limpieza étnica". Mientras, la comunidad internacional intenta mediar para poner freno a una crisis que pone en peligro la ayuda humanitaria que la ONU destina a otros países africanos.

Los partidarios del presidente Mwai Kibaki recordaron ayer la matanza de civiles del martes en Eldoret, al oeste de Nairobi, en la que decenas de civiles de etnia Kikuyu murieron carbonizados en una iglesia. Los presuntos autores de la matanza fueron seguidores del líder de la oposición, Raila Odinga, de la tribu Luo. "Es evidente que estos actos de genocidio y de limpieza étnica han sido meticulosamente preparados por los dirigentes del Movimiento Democrático Naranja (MDN) --que dirige Odinga-- antes de las elecciones", afirmaron varios ministros.

LA RECTIFICACION Odinga tildó también de "genocidio" la represión desatada por las fuerzas gubernamentales contra sus partidarios, que protestan por unos resultados electorales que creen fraudulentos. Ayer, el presidente de la Comisión Electoral, Samuel Kivuitu, echo más leña al fuego. En unas declaraciones al diario keniano The Standard dijo: "No sé si Kibaki es el ganador".

En un intento por apaciguar los ánimos, el presidente keniano convocó a todos los miembros del Parlamento a una reunión en la sede del Gobierno. "No dialogamos con ladrones. No estamos interesados en hablar con Kibaki sin una mediación internacional", fue la respuesta de Odinga. El líder opositor mantiene para hoy la convocatoria de una manifestación.

La Unión Africana se ha ofrecido para mediar en el conflicto, con el apoyo de Gran Bretaña y EEUU. Londres y Washington pidieron ayer el fin de la violencia y animaron a las dos partes a formar un Gobierno de unidad.