Manifestantes antigubernamentales y soldados continuaron ayer los enfrentamientos en las calles de Bangkok, sin que se intuya ninguna voluntad de acabarlos. La jornada se cobró ocho muertos, que son ya 24 desde que el jueves el Ejército tailandés aumentó el asedio a los camisas rojas. Las protestas, que empezaron hace dos meses, se han cobrado 54 muertes y más de 1.400 heridos.

La posibilidad de un arreglo pacífico se esfumó cuando el primer ministro, Abhisit Vejjajiva, retiró esta semana su oferta de convocar elecciones en noviembre después de que ambas partes discutieran la fecha las semanas previas de lucha. Abhisit justificó la decisión por la pretensión de los camisas rojas de que se persiga judicialmente a los responsables de los 29 muertos del 10 de abril en el Gobierno.

CORTAR ACCESOS Desde entonces, los acontecimientos se han precipitado. Unos 30.000 soldados y decenas de carros blindados han sido enviados para cortar los accesos a la zona ocupada por los camisas rojas para evitar el creciente aluvión de opositores. Los disparos y explosiones se suceden y en el cielo se ven numerosas columnas de humo.

Abhisit aseguró ayer que la ofensiva no tiene marcha atrás. "No podemos retroceder y permitir que los que violan la ley y arman a los militantes tengan en jaque al Gobierno". Su reciente firmeza pone fin a una gestión que muchos calificaban de tibia. "Existe un plan para desalojar la zona roja si la protesta no finaliza", aseguró un portavoz militar, que aclaró que no hay aún fecha límite "porque es necesario un plan eficaz que evite más muertes".

Tampoco es probable que el bando contrario retroceda. A los camisas rojas --entre 6.000 y 10.000, según las fuentes-- les une la convicción de una lucha histórica contra las élites de la capital que tradicionalmente han manejado el país de espaldas a los desheredados. Son campesinos llegados desde las provincias paupérrimas del norte, decididos a pelear no solo por sus intereses sino por los de sus hijos y nietos, y estos días repiten que están dispuesto a llegar hasta el final. Muchos se protegen de las balas con ridículos cascos de moto y van armados con piedras y cañas de bambú.

Defienden al exprimer ministro Thaksin Shinawatra, depuesto en el 2006. Los dos gobiernos siguientes, afines a Thaksin, fueron descabezados por la justicia, estamento al que los camisas rojas acusan de servir a la élite.

ATAQUE CON GRANADAS Los incidentes más graves ocurrieron ayer en el acceso norte de la zona ocupada, cuando el Ejército respondió al lanzamiento de dos granadas de los manifestantes. Algunos testigos aseguraron que las tres víctimas fueron alcanzadas en la cabeza, lo que demuestra el uso de francotiradores.

El jueves pasado fue tiroteado cuando hablaba con la prensa extranjera Khattiya Sawasdiphol, asesor militar de los camisas rojas y presunto organizador del cuerpo paramilitar formado por hombres vestidos de negro que protagonizan los enfrentamientos más ásperos.

Los manifestantes se han hecho fuertes en un área de apenas tres kilómetros cuadrados en Rathchaprosong, el epicentro comercial de la capital y zona de hoteles de lujo y embajadas. La mayoría son niños, mujeres y ancianos, que escuchan música y los discursos de sus líderes, protegidos por barricadas levantadas con neumáticos y bambú.