El primer ministro interno de Túnez, Mohamed Ganuchi, prometió ayer, en unas declaraciones telefónicas, que no habrá "tolerancia alguna" con los saqueadores que han provocado el caos en el pequeño país africano tras el abandono del poder, el viernes, del presidente Zine el Abidine Ben Alí. Durante toda la jornada, las fuerzas de seguridad --Ejército, Guardia Nacional y policía-- procedieron a detener a un buen número de sospechosos de haber fomentado los pillajes. El mismo jefe de la seguridad presidencial, el general Alí Seriati, fue detenido cuando intentaba huir a Libia y acusado de azuzar los desórdenes, según trascendió ayer.

La seguridad presidencial es una suerte de guardia pretoriana del depuesto presidente tunecino, cuyo número exacto se desconoce y que se niega a perder sus privilegios. Podría tener entre 3.000 y 5.000 miembros, y cuenta con locales por todo el país. Numerosos observadores creen que es el propio depuesto jefe del Estado quien azuza los desórdenes desde su exilio en Arabia Saudí.

Túnez vivió ayer otro día de caos, con tiroteos incluso en el centro de la ciudad. Las milicias civiles de autodefensa, formadas por ciudadanos que quieren protegerse del núcleo duro de Ben Alí, recibían instrucciones de los cuerpos de seguridad, con los que se coordinaban, al tiempo que les entregaban los sospechosos que detenían.

El Gobierno de unidad nacional prometido por Ganuchi ya ha sido formado y su composición se anunciará hoy. Ni la izquierda ni los islamistas en el exilio participarán en él de momento, según revelaron fuentes coincidentes.