Habían sido maniatados, obligados a tumbarse en el suelo, maltratados verbalmente y hasta golpeados. Eran dos presuntos miembros del odiado dispositivo de seguridad del depuesto presidente tunecino Zine el Abidine Ben Alí, detenidos por soldados del Ejército en las inmediaciones del aeropuerto de Túnez-Cartago a última hora de la mañana sin documentos de identificación, y probables participantes en la orgía de saqueos en la que se ha sumido el pequeño país norteafricano en las horas siguientes a la marcha del exjefe del Estado.

Semejante episodio se repitió durante toda la jornada en innumerables rincones de la capital y su aglomeración urbana, como prueba de la voluntad declarada de las nuevas autoridades tunecinas, con el primer ministro interino, Mohamed Ganuchi, a la cabeza, de no mostrar "tolerancia alguna" con quienes promuevan los desórdenes. El mismo jefe de la seguridad presidencial, el general Alí Seriati, fue arrestado cuando intentaba huir a Libia, y acusado de fomentar el caos, según se supo ayer.

"TRABAJO HEROICO" "Hemos detenido a un gran número de criminales que intentan sembrar el caos; las fuerzas del orden, la policía y la Guardia Nacional están realizando un trabajo heroico para garantizar la seguridad de la nación y de los ciudadanos", declaró el jefe del Gobierno provisional a la televisión pública tunecina. Por la noche, el Ejército ordenó asaltar el palacio presidencial de Cartago, donde se atrincheraron un número indeterminado de seguidores del régimen depuesto. De hecho hubo múltiples enfrentamientos, con intercambio de disparos, entre el Ejército y las fuerzas leales a Ben Alí.

Al mediodía, la tensión podía cortarse con un cuchillo en las proximidades de la Avenida Habib Burguiba, en pleno centro de la ciudad, lugar en el que se registraron varios tiroteos, uno de ellos a las mismas puertas de la sede del Partido Demócrata Progresista (PDP), una de las pocas fuerzas políticas verdaderamente opositoras reconocidas por el antiguo régimen y autorizadas a actuar en el interior del país.

Varias milicias civiles de autodefensa, armadas con palos, hachas y barras de hierro, obligaban a todo vehículo a detenerse e identificaban su documentación y la de los pasajeros, en un estado de gran confusión. "Acabamos de detener a dos saqueadores. Ya veo que sois periodistas; sed bienvenidos", dijo un hombre con el rostro en tensión, tras un exhaustivo registro realizado a estos enviados especiales.

Los principales cuerpos de seguridad del Estado --Ejército, Guardia Nacional y policía-- que tan solo hacía unos días reprimían con gran dureza y fuego real a los manifestantes que exigían la marcha de Ben Alí del poder, han acabado por aceptar el viraje político experimentado por el país magrebí.

"Se ha producido el cambio y estamos ayudando al pueblo a restablecer el orden", explicó un suboficial de la Guardia Nacional. Las fuerzas de seguridad colaboraban con los grupos de autodefensa y les daban instrucciones. Estos, por su parte, les entregaban a los sospechosos de estar fomentando los pillajes, intentando demostrar así que no tenían intención de tomarse la justicia por su mano.

Nadie pone en duda que han sido miembros de la seguridad presidencial, una suerte de guardia pretoriana de Ben Alí paralela a las fuerzas de seguridad estatales, sin nada que perder ya y cuyo número de integrantes se desconoce en Túnez --"entre 3.000 y 7.000 personas", aventuró Issam Chabbi, vicesecretario del opositor PDP-- los responsables del caos vivido tras la marcha de Ben Alí.

SAQUEOS E INCENDIOS Géant, una gran superficie comercial en el municipio de Ariana, a unos 14 kilómetros de la capital, ofrecía ayer un aspecto desolador, tras haber sido saqueada e incendiada parcialmente en las horas precedentes. Los comercios de electrodomésticos habían sido vaciados, en especial los que vendían aparatos de aire acondicionado, televisores y teléfonos móviles, mientras que el supermercado de alimentación era ya un amasijo de hierros carbonizado que desprendía un desagradable olor a quemado, con el techo hundido y los cajeros destruidos.