El primer ministro británico, Gordon Brown, tiene al enemigo fuera y dentro. Si la oposición conservadora pide su cabeza tras la dimisión de cinco ministros y altos cargos de su Gobierno, un sector del Partido Laborista no es menos agresivo. A pesar del decidido paso al frente mientras su Gobierno se deshacía bajo sus pies, el primer ministro no ha logrado sofocar, ni de lejos, la rebelión interna en su partido.

Los rebeldes laboristas preparan la estrategia para forzar la sustitución de Brown al frente del partido después de que este asegurara el viernes estar decidido a agotar la legislatura. Entre 60 y 70 diputados, según la prensa británica, podrían firmar una carta que ya circula por el Parlamento, en la que solicitan la dimisión del primer ministro.

A LA ESPERA DE RESULTADOS El sector crítico espera ansioso a que mañana se haga público el resultado de las elecciones europeas, celebradas el jueves en el Reino Unido. Si la debacle laborista, como prevén los expertos, es similar a la que han sufrido en las municipales --donde fueron desbancados incluso en sus feudos--, sus detractores contarán con otra poderosa razón.

Los críticos con Brown, que se encuentra en las celebraciones del desembarco aliado en Normandía, están manteniendo conversaciones este fin de semana con Alan Johnson, el ministro que ocupa la cartera de Interior tras dejar la de Sanidad. Sectores laboristas consideran que Johnson es el candidato ideal para sustituir a Brown, aunque él, al menos públicamente, ha insistido en que no tiene más ambición que la de un ministerio.

Según explicó un diputado del sector crítico al diario The Guardian, mañana por la noche está previsto que se publique el resultado de los firmantes de la carta y, con posterioridad, una votación secreta sobre el liderazgo del partido.

LA PREGUNTA La pregunta que se planteará en esta consulta, según este diputado, es si Brown es el hombre más adecuado para llevarlos a una victoria en las próximas elecciones generales o si, por el contrario, el partido tiene posibilidades de recuperar posiciones en el año que queda con un nuevo líder.

Uno de los peligros a los que también se enfrenta Brown es la posibilidad de una rebelión ministerial cuando complete los cambios previstos. Un preludio de su pérdida de autoridad fue el hecho de que se viera obligado a mantener en sus puestos a los titulares de Exteriores, David Miliband, y de Finanzas, Alistair Darling, ante la negativa de ambos a cambiar de ministerio.