El Gobierno griego ha tomado la decisión. Los 500 migrantes que llegaron después del pasado 1 de marzo a la isla de Lesbos serán enviados, privados de su derecho a pedir asilo, a un antiguo cuartel militar en la localidad de Serres, en la frontera con Bulgaria. Atenas ignora así todas las advertencias de las organizaciones humanitarias y decide violar la Convención de Ginebra.

La decisión fue comunicada por el Gobierno del conservador Kyriacos Mitsotakis. Asimismo, las autoridades griegas han añadido que su intención final es la de expulsar a estos migrantes, una misión que, sin embargo, podría resultar imposible de llevar a cabo, puesto que muchos de ellos provienen de países quebrados como Afganistán. De ahí que la negociación con Turquía, el país del cual salieron en dirección de las islas griegas, será fundamental.

La preocupación mayor es para las decenas de niños que integran este grupo. Muchos de estos menores y sus familias durmieron, la lluviosa noche entre el miércoles y el jueves, dentro de los autobuses en los cuales habían sido anteriormente trasladados hasta el puerto de Mitileni, en un rincón que está situado a corta distancia del lugar en el que está la Estatua de la Libertad local.

Desde allí las autoridades griegas han previsto que se embarquen para ser trasladados «en los próximos días» a su cárcel en el norte de Grecia. Algo que es previsible que ocurra de noche para esquivar la presencia de la prensa y de las oenegés. Al llegar, además, los migrantes no serán bienvenidos, tal y como reflejaban -ya ayer- las protestas de algunos vecinos de Serres.

Mientras, en Lesbos, continúan los ataques a las oenegés que en estos años han ayudado a los migrantes y han empezado a circular voces de que a la isla estarían llegando grupos contrarios a su visión de la migración.