Durante siglos, el 19 de abril ha sido una fecha de carácter patriótico en EEUU, el día en que se rememora las batallas de Lexington y Concord, las primeras con las que 13 colonias iniciaron en 1775 la guerra de independencia contra el Reino Unido. En 1993 y 1995, sin embargo, con el asedio en el rancho de los davidianos en Waco (Tejas) primero y el atentado de Oklahoma después, el 19 de abril se empezó a convertir en fecha clave para milicias y grupos extremistas antigubernamentales. Y fue justo el día de ayer el que escogieron varios grupos proarmas para organizar manifestaciones en EEUU.

Sobre el papel, las protestas servían para reclamar peticiones habituales de grupos proarmas tradicionales como la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), temas como la defensa de la segunda enmienda, que reconoce el derecho individual a llevar armas de fuego.

No obstante, las manifestaciones de ayer expandieron las reclamaciones más allá de las armas. Se protestaba contra la reforma del sistema sanitario, contra los rescates de bancos y de otros sectores industriales, contra las políticas ante el cambio climático... Sumando esos temas a acusaciones como las que se escuchaban ayer de que Barack Obama "ha capitulado ante el socialismo totalitario", no se hacía difícil enmarcar las protestas en el mismo contexto que el auge del movimiento del Tea Party que, pese a apostar en la superficie por imponer en Washington ideas de conservadurismo fiscal y económico, es una amalgama en el que se intuye un predominio de ideas de extrema derecha.

Para los grupos que protestaron ayer, Obama y su presidencia, así como el Congreso de mayoría demócrata, son sus dianas.

La virulencia de los discursos de muchos de los organizadores, así como el auge de las milicias en los primeros meses de mandato de Obama, son factores que están extendiendo la preocupación ante un posible brote de violencia. Ayer era Bill Clinton, presidente cuando Timothy McVeigh tradujo sus ideas antigubernamentales y su rabia por lo sucedido en Waco --en un atentado contra un edificio federal en Oklahoma que causó 168 víctimas--, quien indicaba lo peligroso que es que el momento actual de creciente rabia contra Washington gire otra vez hacia el extremismo.

"Hay una gran diferencia entre criticar una política o a un político y demonizar al Gobierno que garantiza nuestras libertades, y a quienes prestan servicio público aplicando nuestras leyes", escribía en un artículo de opinión en The New York Times . "Estamos más conectados que nunca, somos más capaces de extender nuestras ideas y creencias, nuestra rabia y nuestros miedos --proseguía el expresidente--. Debemos asumir responsabilidad por nuestras palabras y acciones antes de que entren en una enorme cámara de eco y alcancen tanto a los serios como a los que deliran, a los conectados como a los desarticulados".