Nació en Alemania, en 1927

Es Prefecto para la Doctrina de la Fe y vive en el Vaticano

Le apodan el Gran Inquisidor y sus críticos explican que se lo merece. Es el perro guardián de la recta vía. Y si hay que procesar a los disidentes, lo hace. La Congregación para la Doctrina de la Fe lo pone todo: el fiscal, el abogado defensor y el mismo juez. En las monarquías absolutas no hay división de poderes. Así, Ratzinger ha apartado de la enseñanza a su excolega y profesor Hans Küng, e incluso a un alumno suyo, aquel Leonardo Boff que predicó la teología de la liberación. Ha dicho no al matrimonio de los curas, al sacerdocio de las mujeres y a la homosexualidad activa. Calificó los regímenes comunistas de "vergüenza de nuestra época". Asumió la culpa por las hogueras de la Iglesia contra los herejes y dijo que una parte de las responsabilidades por el Holocausto judío fue culpa "de una insuficiente resistencia de parte de los cristianos".

El pasado año, comiendo con periodistas alemanes, dijo informalmente que Juan Pablo II estaba muy enfermo y que debería dimitir. Lo negó después, pero a los pocos meses concedió una entrevista al diario La Repubblica que fue interpretada como una diplomática autocandidatura a la sucesión de Wojtyla. En ella hacía algunas aperturas sobre temas calientes como los anticonceptivos y la democracia interna. Dijo que, en su opinión, la Iglesia se podría organizar en "foros supranacionales" que asumieran algunas funciones que están reservadas al papa.

Algunos creen que Ratzinger podría ofrecer garantías ortodoxas que las jerarquías de la Iglesia tienen miedo a perder si se aplica el Concilio Vaticano II. Otros opinan que precisamente su pasado de perro guardián le ha convertido en un buen recolector de votos.